โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜๐˜ญ ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฑ๐˜ฐ ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ป๐˜ข ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ต๐˜ช, ๐˜ค๐˜ข๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜ข๐˜ฎ๐˜ช๐˜ค๐˜ฐ. โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐‘ƒ๐‘Ÿ๐‘’๐‘ ๐‘’๐‘›๐‘ก ๐ท๐‘Ž๐‘ฆ | ๐•ฎ๐–๐–†๐–•๐–™๐–Š๐–— [๐Ÿ๐Ÿ]

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El vuelo privado despegaba de Le Bourget bajo una lluvia fina que parecía querer lavar París de la sangre que Santiago había dejado apenas la noche anterior.

En la cabina del Gulfstream, el argentino se recostaba en el sillón de cuero blanco, las piernas cruzadas, una copa de Malbec mendocino en la mano derecha y el pasaporte diplomático italiano (Falsificado con la perfección que solo él sabía conseguir) sobre la mesa de caoba.

El ministro francés ya no era problema, fue noticia mundial y él se percató de esto observando a un par de personas hablando del asesinato del ministro al ver sus teléfonos móviles; sin percatarse que tenían al asesino a unos dos asientos de distancia.

Nadie vio nada. Nadie
vería nada jamás.

Santiago sonrió mirando por la ventanilla cómo las luces de París se hacían pequeñas. En menos de dos horas estaría en Ciampino, y de ahí directo al Palazzo Chigi. Porque el actual presidente del Consiglio no olvidara nunca quién lo había puesto allí.

Recordaba perfectamente la noche en la villa de Frascati: el candidato rival saliendo al jardín a fumarse un toscano, creyéndose a salvo.

Dos balas silenciadas en la nuca, luego el cuerpo arrastrado hasta la piscina y hundido con pesas de gimnasio. A la mañana siguiente los periódicos hablaban de “trágico suicidio”.

Dos meses después, su cliente juraba como presidente.

Y cada vez que Santiago aparecía, siempre sin avisar, siempre entrando por puertas que nadie sabía que existían, donde el hombre más poderoso de Italia se ponía pálido y empezaba a sudar.

โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜Ž๐˜ณ๐˜ข๐˜ป๐˜ช๐˜ฆ ๐˜ข ๐˜ฎí ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฑ๐˜ช๐˜ณá๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ข๐˜ช๐˜ณ๐˜ฆ, ๐˜•๐˜ช๐˜ค๐˜ค๐˜ฐ๐˜ญó. โ”€โ”€โ”€โ”€

Le diría esta noche, usando el nombre de pila solo para recordarle que podía acabar con ella cuando quisiera.

โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜Ž๐˜ณ๐˜ข๐˜ป๐˜ช๐˜ฆ ๐˜ข ๐˜ฎí ๐˜ต๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜”๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ค๐˜ฆ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฃ๐˜ญ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ, ๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜จ๐˜ถ๐˜ข๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฑ๐˜ข๐˜ญ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ด, ๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ข๐˜ท๐˜ช๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜Œ๐˜ด๐˜ต๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ… ๐˜  ๐˜ด๐˜ฐ๐˜ฃ๐˜ณ๐˜ฆ ๐˜ต๐˜ฐ๐˜ฅ๐˜ฐ, ๐˜จ๐˜ณ๐˜ข๐˜ป๐˜ช๐˜ฆ ๐˜ข ๐˜ฎí ๐˜ด๐˜ช๐˜จ๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ท๐˜ช๐˜ท๐˜ฐ. โ”€โ”€โ”€โ”€

Apuró el vino, dejó la copa vacía y se ajustó el traje negro hecho en Buenos Aires, corte perfecto, tela que no arruga ni con sangre.
Roma lo esperaba.

Y el presidente sabía que, cuando Santiago llegaba, alguien más tenía que irse.

โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜๐˜ช๐˜ฏ๐˜ฆ ๐˜ข ๐˜ท๐˜ช๐˜ด๐˜ช๐˜ต๐˜ข๐˜ณ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ณ ๐˜คó๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ท๐˜ข๐˜ฏ ๐˜ญ๐˜ข๐˜ด ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ด๐˜ข๐˜ด ๐˜ฑ๐˜ฐ๐˜ณ ๐˜ข๐˜ฒ๐˜ถí. ๐˜•๐˜ฐ ๐˜ฉ๐˜ข๐˜ด ๐˜ค๐˜ข๐˜ฎ๐˜ฃ๐˜ช๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข, ๐˜•๐˜ช๐˜ค๐˜ค๐˜ฐ๐˜ญò. ¿๐˜ ๐˜ข ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ข๐˜ด๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ญ๐˜ข๐˜ด ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ต๐˜ช๐˜ค๐˜ช๐˜ข๐˜ด? โ”€โ”€โ”€โ”€

El presidente italiano se puso pálido, sabía perfectamente quién era él y que habia perpetrado el crimen de una forma perfecta.

โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜”á๐˜ด ๐˜ท๐˜ข๐˜ญ๐˜ฆ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ฉ๐˜ข๐˜ค๐˜ฆ๐˜ณ ๐˜ถ๐˜ฏ๐˜ข ๐˜ช๐˜ฅ๐˜ช๐˜ฐ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ป ๐˜ด๐˜ช ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ข๐˜ค๐˜ข๐˜ฃ๐˜ข๐˜ณ ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ง๐˜ณ๐˜ข๐˜ฏ๐˜คé๐˜ด. ๐˜—๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฐ, ๐˜ดé ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ถ๐˜ฏ๐˜ค๐˜ข ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ฉ๐˜ข๐˜ณá๐˜ด. . . ¿๐˜– ๐˜ดí? โ”€โ”€โ”€โ”€

Extendió su mano con sl fin de estrechar la de Niccoló. Solo quería asegurarse y ver cuán leal le era aquel hombre donde sus ojos carmesí lo estudiaban detenidamente.

โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜๐˜ญ ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฑ๐˜ฐ ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ป๐˜ข ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ต๐˜ช, ๐˜ค๐˜ข๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜ข๐˜ฎ๐˜ช๐˜ค๐˜ฐ. โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐‘ƒ๐‘Ÿ๐‘’๐‘ ๐‘’๐‘›๐‘ก ๐ท๐‘Ž๐‘ฆ | ๐•ฎ๐–๐–†๐–•๐–™๐–Š๐–— [๐Ÿ๐Ÿ] [๐Ÿ‡ฎ๐Ÿ‡น] ๐‘…๐‘œ๐‘š๐‘Ž, ๐ผ๐‘ก๐‘Ž๐‘™๐‘–๐‘Ž — ๐Ÿพ:๐Ÿถ๐Ÿถ ๐‘ƒ.๐‘€. El vuelo privado despegaba de Le Bourget bajo una lluvia fina que parecía querer lavar París de la sangre que Santiago había dejado apenas la noche anterior. En la cabina del Gulfstream, el argentino se recostaba en el sillón de cuero blanco, las piernas cruzadas, una copa de Malbec mendocino en la mano derecha y el pasaporte diplomático italiano (Falsificado con la perfección que solo él sabía conseguir) sobre la mesa de caoba. El ministro francés ya no era problema, fue noticia mundial y él se percató de esto observando a un par de personas hablando del asesinato del ministro al ver sus teléfonos móviles; sin percatarse que tenían al asesino a unos dos asientos de distancia. Nadie vio nada. Nadie vería nada jamás. Santiago sonrió mirando por la ventanilla cómo las luces de París se hacían pequeñas. En menos de dos horas estaría en Ciampino, y de ahí directo al Palazzo Chigi. Porque el actual presidente del Consiglio no olvidara nunca quién lo había puesto allí. Recordaba perfectamente la noche en la villa de Frascati: el candidato rival saliendo al jardín a fumarse un toscano, creyéndose a salvo. Dos balas silenciadas en la nuca, luego el cuerpo arrastrado hasta la piscina y hundido con pesas de gimnasio. A la mañana siguiente los periódicos hablaban de “trágico suicidio”. Dos meses después, su cliente juraba como presidente. Y cada vez que Santiago aparecía, siempre sin avisar, siempre entrando por puertas que nadie sabía que existían, donde el hombre más poderoso de Italia se ponía pálido y empezaba a sudar. โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜Ž๐˜ณ๐˜ข๐˜ป๐˜ช๐˜ฆ ๐˜ข ๐˜ฎí ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฑ๐˜ช๐˜ณá๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ข๐˜ช๐˜ณ๐˜ฆ, ๐˜•๐˜ช๐˜ค๐˜ค๐˜ฐ๐˜ญó. โ”€โ”€โ”€โ”€ Le diría esta noche, usando el nombre de pila solo para recordarle que podía acabar con ella cuando quisiera. โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜Ž๐˜ณ๐˜ข๐˜ป๐˜ช๐˜ฆ ๐˜ข ๐˜ฎí ๐˜ต๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜”๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ค๐˜ฆ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฃ๐˜ญ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ, ๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜จ๐˜ถ๐˜ข๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฑ๐˜ข๐˜ญ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ด, ๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ข๐˜ท๐˜ช๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜Œ๐˜ด๐˜ต๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ… ๐˜  ๐˜ด๐˜ฐ๐˜ฃ๐˜ณ๐˜ฆ ๐˜ต๐˜ฐ๐˜ฅ๐˜ฐ, ๐˜จ๐˜ณ๐˜ข๐˜ป๐˜ช๐˜ฆ ๐˜ข ๐˜ฎí ๐˜ด๐˜ช๐˜จ๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ท๐˜ช๐˜ท๐˜ฐ. โ”€โ”€โ”€โ”€ Apuró el vino, dejó la copa vacía y se ajustó el traje negro hecho en Buenos Aires, corte perfecto, tela que no arruga ni con sangre. Roma lo esperaba. Y el presidente sabía que, cuando Santiago llegaba, alguien más tenía que irse. โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜๐˜ช๐˜ฏ๐˜ฆ ๐˜ข ๐˜ท๐˜ช๐˜ด๐˜ช๐˜ต๐˜ข๐˜ณ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ณ ๐˜คó๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ท๐˜ข๐˜ฏ ๐˜ญ๐˜ข๐˜ด ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ด๐˜ข๐˜ด ๐˜ฑ๐˜ฐ๐˜ณ ๐˜ข๐˜ฒ๐˜ถí. ๐˜•๐˜ฐ ๐˜ฉ๐˜ข๐˜ด ๐˜ค๐˜ข๐˜ฎ๐˜ฃ๐˜ช๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข, ๐˜•๐˜ช๐˜ค๐˜ค๐˜ฐ๐˜ญò. ¿๐˜ ๐˜ข ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ข๐˜ด๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ญ๐˜ข๐˜ด ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ต๐˜ช๐˜ค๐˜ช๐˜ข๐˜ด? โ”€โ”€โ”€โ”€ El presidente italiano se puso pálido, sabía perfectamente quién era él y que habia perpetrado el crimen de una forma perfecta. โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐˜”á๐˜ด ๐˜ท๐˜ข๐˜ญ๐˜ฆ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ฉ๐˜ข๐˜ค๐˜ฆ๐˜ณ ๐˜ถ๐˜ฏ๐˜ข ๐˜ช๐˜ฅ๐˜ช๐˜ฐ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ป ๐˜ด๐˜ช ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ข๐˜ค๐˜ข๐˜ฃ๐˜ข๐˜ณ ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ง๐˜ณ๐˜ข๐˜ฏ๐˜คé๐˜ด. ๐˜—๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฐ, ๐˜ดé ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ถ๐˜ฏ๐˜ค๐˜ข ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ฉ๐˜ข๐˜ณá๐˜ด. . . ¿๐˜– ๐˜ดí? โ”€โ”€โ”€โ”€ Extendió su mano con sl fin de estrechar la de Niccoló. Solo quería asegurarse y ver cuán leal le era aquel hombre donde sus ojos carmesí lo estudiaban detenidamente.
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