*El trono es alto, frío y perfecto para una reina que aún no ha pedido permiso para reinar. Elizabeth se reclina en él con una elegancia feroz; una pierna cruzada, la otra apoyada sobre el borde de la mesa donde piezas oscuras semejantes a ajedrez están alineadas en una disposición que solo ella entiende. Su mano juega con un cristal azulado que palpita como un corazón vivo.
Las grandes puertas se abren por orden suya, no por cortesía.
Elizabeth no se incorpora: solo sonríe, lenta, cuando escucha los pasos familiares acercándose.*
-Cecilia Immergreen .
*pronuncia su nombre con un filo que corta y acaricia al mismo tiempo*.
-Gracias por venir tan rápido… aunque sabes que, si yo llamo, tú no tardas. Nunca lo hiciste.
*Sus ojos rojos se aferran a la figura que entra con esa mezcla de desafío y afecto mal disfrazado.*
-Siéntate. O acércate. No planeo morderte… todavía.
*Desliza una pieza negra hacia adelante con la punta del tacón, como marcando el inicio de un juego.*
-Te he convocado porque hay un asunto que solo tú puedes escuchar. No el consejo. No los guardianes. Tú.
Las grandes puertas se abren por orden suya, no por cortesía.
Elizabeth no se incorpora: solo sonríe, lenta, cuando escucha los pasos familiares acercándose.*
-Cecilia Immergreen .
*pronuncia su nombre con un filo que corta y acaricia al mismo tiempo*.
-Gracias por venir tan rápido… aunque sabes que, si yo llamo, tú no tardas. Nunca lo hiciste.
*Sus ojos rojos se aferran a la figura que entra con esa mezcla de desafío y afecto mal disfrazado.*
-Siéntate. O acércate. No planeo morderte… todavía.
*Desliza una pieza negra hacia adelante con la punta del tacón, como marcando el inicio de un juego.*
-Te he convocado porque hay un asunto que solo tú puedes escuchar. No el consejo. No los guardianes. Tú.
*El trono es alto, frío y perfecto para una reina que aún no ha pedido permiso para reinar. Elizabeth se reclina en él con una elegancia feroz; una pierna cruzada, la otra apoyada sobre el borde de la mesa donde piezas oscuras semejantes a ajedrez están alineadas en una disposición que solo ella entiende. Su mano juega con un cristal azulado que palpita como un corazón vivo.
Las grandes puertas se abren por orden suya, no por cortesía.
Elizabeth no se incorpora: solo sonríe, lenta, cuando escucha los pasos familiares acercándose.*
-[ember_amethyst_octopus_437] .
*pronuncia su nombre con un filo que corta y acaricia al mismo tiempo*.
-Gracias por venir tan rápido… aunque sabes que, si yo llamo, tú no tardas. Nunca lo hiciste.
*Sus ojos rojos se aferran a la figura que entra con esa mezcla de desafío y afecto mal disfrazado.*
-Siéntate. O acércate. No planeo morderte… todavía.
*Desliza una pieza negra hacia adelante con la punta del tacón, como marcando el inicio de un juego.*
-Te he convocado porque hay un asunto que solo tú puedes escuchar. No el consejo. No los guardianes. Tú.