El usuario del infinito caminaba alegremente —ignorando por completo sus obligaciones— por las calles, en busca de algún local que vendiese la octava maravilla del mundo; es decir, unos exquisitos kikufuku gourmet que había visto viralizarse en redes sociales.

Aquella mirada azul brillante recorría los edificios y negocios con atención, por si de pronto aparecía un letrero que marcara su destino. Cuando, de manera repentina, el hechicero más poderoso del mundo se detuvo en seco con una expresión de absoluto asombro, olvidando de inmediato su misión inicial.

Satoru admiraba con suma fascinación lo que tenía frente a sí; incluso su respiración pareció detenerse dramáticamente, como si fuese una ofensa inhalar el mismo aire.

Así que con calma y pasos delicados, fue acercándose a la imagen que tenía delante… encontrándose consigo mismo. Con expresión soñadora, mejillas ligeramente sonrojadas y el cabello un poco desordenado, declaró en un tono solemne y lleno de admiración:

—Sinceramente, me he excedido… Estoy deslumbrante el día de hoy. ¡Tengo que compartirlo!—

Sacó su celular del bolsillo del pantalón y comenzó a tomar fotos a su reflejo como si fuese un camarógrafo profesional.

—Sonríe, hermoso. Todos tus ángulos son buenos— murmuró, completamente embelesado.

Luego de varias tomas, inclinó la cabeza con orgullo, convencido de que sus compañeros y estudiantes serían los verdaderos afortunados al recibir semejante regalo en el chat del grupo. Estaba especialmente seguro de que incluso Megumi estaría encantado… o, mejor dicho, aún más enamorado de él de lo que ya estaba.

El usuario del infinito caminaba alegremente —ignorando por completo sus obligaciones— por las calles, en busca de algún local que vendiese la octava maravilla del mundo; es decir, unos exquisitos kikufuku gourmet que había visto viralizarse en redes sociales. Aquella mirada azul brillante recorría los edificios y negocios con atención, por si de pronto aparecía un letrero que marcara su destino. Cuando, de manera repentina, el hechicero más poderoso del mundo se detuvo en seco con una expresión de absoluto asombro, olvidando de inmediato su misión inicial. Satoru admiraba con suma fascinación lo que tenía frente a sí; incluso su respiración pareció detenerse dramáticamente, como si fuese una ofensa inhalar el mismo aire. Así que con calma y pasos delicados, fue acercándose a la imagen que tenía delante… encontrándose consigo mismo. Con expresión soñadora, mejillas ligeramente sonrojadas y el cabello un poco desordenado, declaró en un tono solemne y lleno de admiración: —Sinceramente, me he excedido… Estoy deslumbrante el día de hoy. ¡Tengo que compartirlo!— Sacó su celular del bolsillo del pantalón y comenzó a tomar fotos a su reflejo como si fuese un camarógrafo profesional. —Sonríe, hermoso. Todos tus ángulos son buenos— murmuró, completamente embelesado. Luego de varias tomas, inclinó la cabeza con orgullo, convencido de que sus compañeros y estudiantes serían los verdaderos afortunados al recibir semejante regalo en el chat del grupo. Estaba especialmente seguro de que incluso Megumi estaría encantado… o, mejor dicho, aún más enamorado de él de lo que ya estaba.
0 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados