[ . ]

—Hace unos días me llamó un hombre. No preguntó por su futuro amoroso ni por su trabajo, ni siquiera por billetes. Nada de eso. Él quería saber en qué momento el cielo empezaría a responderle.

Hizo una pausa, recordando la voz seria del sujeto.

—Me pidió que le dijera la fecha exacta en la que el cielo finalmente le daría una respuesta clara, verbal, directa. Una frase. Una señal indudable.

Se encogió de hombros.

—No pude darle una fecha, no soy mentirosa. Me nació decirle... “El cielo habla cuando uno deja de querer oír palabras”. No creo que le gustara la respuesta, pero hay gente que prefiere esperar un milagro antes que escuchar lo obvio.
[ . ] —Hace unos días me llamó un hombre. No preguntó por su futuro amoroso ni por su trabajo, ni siquiera por billetes. Nada de eso. Él quería saber en qué momento el cielo empezaría a responderle. Hizo una pausa, recordando la voz seria del sujeto. —Me pidió que le dijera la fecha exacta en la que el cielo finalmente le daría una respuesta clara, verbal, directa. Una frase. Una señal indudable. Se encogió de hombros. —No pude darle una fecha, no soy mentirosa. Me nació decirle... “El cielo habla cuando uno deja de querer oír palabras”. No creo que le gustara la respuesta, pero hay gente que prefiere esperar un milagro antes que escuchar lo obvio.
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