La nueva gerente de relaciones públicas, había escogido dar la conferencia en un espacio abierto, los flashes de las cámaras reflejaban la seriedad del evento corporativo y a su vez señalaba lo esperado del anuncio. Elsbeth Vaughan se posicionó detrás del podio, impecable en su traje oscuro, con una gabardina beige, su cabello negro azabache cayendo con ondas suaves sobre los hombros. La multitud de periodistas, cámaras y grabadoras no hizo que su calma titubeara; por el contrario, parecía absorber la energía de todos ellos, ordenando la sala con solo su presencia.
Tomó el micrófono con delicadeza, inclinando apenas la cabeza, y una sonrisa sutil se dibujó en sus labios. Su mirada azul verdosa, tan profunda que algunos jurarían ver un destello plateado, barrió la sala. Cada palabra que salió de su boca fue medida, calculada, cargada de un magnetismo silencioso que obligaba a todos a escuchar:
—Gracias por asistir hoy. Estoy aquí para presentar nuestra nueva iniciativa de responsabilidad social y transparencia corporativa, un proyecto que refleja no solo compromiso con la innovación, sino con la ética y el respeto hacia nuestra comunidad.
Elsbeth pausó apenas, dejando que sus palabras calaran, que cada cámara captara no solo su rostro, sino la autoridad natural que emanaba de ella. Cada gesto, cada inclinación de cabeza, cada parpadeo parecía tener un propósito más allá del humano: la precisión de la cazadora, la paciencia de quien observa y analiza antes de actuar.
Mientras respondía preguntas con cortesía y firmeza, un murmullo recorría la sala. Nadie se atrevía a interrumpirla; incluso los más experimentados reporteros sentían una presión invisible, un respeto que no se podía fingir. Ella no solo hablaba, estaba evaluando. Cada intención, cada emoción, cada gesto era un mapa que Elsbeth leía con claridad.
Al terminar, retiró el micrófono con suavidad, dejando un silencio cargado de atención detrás de ella. La conferencia había terminado, pero la presencia de Elsbeth Vaughan continuaba en la sala, imborrable, como si cada asistente se llevara consigo un recuerdo que no podría olvidar.
Tomó el micrófono con delicadeza, inclinando apenas la cabeza, y una sonrisa sutil se dibujó en sus labios. Su mirada azul verdosa, tan profunda que algunos jurarían ver un destello plateado, barrió la sala. Cada palabra que salió de su boca fue medida, calculada, cargada de un magnetismo silencioso que obligaba a todos a escuchar:
—Gracias por asistir hoy. Estoy aquí para presentar nuestra nueva iniciativa de responsabilidad social y transparencia corporativa, un proyecto que refleja no solo compromiso con la innovación, sino con la ética y el respeto hacia nuestra comunidad.
Elsbeth pausó apenas, dejando que sus palabras calaran, que cada cámara captara no solo su rostro, sino la autoridad natural que emanaba de ella. Cada gesto, cada inclinación de cabeza, cada parpadeo parecía tener un propósito más allá del humano: la precisión de la cazadora, la paciencia de quien observa y analiza antes de actuar.
Mientras respondía preguntas con cortesía y firmeza, un murmullo recorría la sala. Nadie se atrevía a interrumpirla; incluso los más experimentados reporteros sentían una presión invisible, un respeto que no se podía fingir. Ella no solo hablaba, estaba evaluando. Cada intención, cada emoción, cada gesto era un mapa que Elsbeth leía con claridad.
Al terminar, retiró el micrófono con suavidad, dejando un silencio cargado de atención detrás de ella. La conferencia había terminado, pero la presencia de Elsbeth Vaughan continuaba en la sala, imborrable, como si cada asistente se llevara consigo un recuerdo que no podría olvidar.
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Tomó el micrófono con delicadeza, inclinando apenas la cabeza, y una sonrisa sutil se dibujó en sus labios. Su mirada azul verdosa, tan profunda que algunos jurarían ver un destello plateado, barrió la sala. Cada palabra que salió de su boca fue medida, calculada, cargada de un magnetismo silencioso que obligaba a todos a escuchar:
—Gracias por asistir hoy. Estoy aquí para presentar nuestra nueva iniciativa de responsabilidad social y transparencia corporativa, un proyecto que refleja no solo compromiso con la innovación, sino con la ética y el respeto hacia nuestra comunidad.
Elsbeth pausó apenas, dejando que sus palabras calaran, que cada cámara captara no solo su rostro, sino la autoridad natural que emanaba de ella. Cada gesto, cada inclinación de cabeza, cada parpadeo parecía tener un propósito más allá del humano: la precisión de la cazadora, la paciencia de quien observa y analiza antes de actuar.
Mientras respondía preguntas con cortesía y firmeza, un murmullo recorría la sala. Nadie se atrevía a interrumpirla; incluso los más experimentados reporteros sentían una presión invisible, un respeto que no se podía fingir. Ella no solo hablaba, estaba evaluando. Cada intención, cada emoción, cada gesto era un mapa que Elsbeth leía con claridad.
Al terminar, retiró el micrófono con suavidad, dejando un silencio cargado de atención detrás de ella. La conferencia había terminado, pero la presencia de Elsbeth Vaughan continuaba en la sala, imborrable, como si cada asistente se llevara consigo un recuerdo que no podría olvidar.