“Poema de Albedo ”
Mi amado…
Hay noches en las que mi sombra te busca
antes incluso de que mis pasos puedan alcanzarte.
Es un instinto, una necesidad,
un llamado silencioso que nace de lo más oscuro de mí
y termina siempre en la luz que eres tú.
Porque aunque mi esencia sea fría,
tú… tú despiertas un calor en mí
que ningún experimento, ningún poder,
ha logrado jamás explicar.
Déjame confesarte algo, amado mío:
cuando duermes, te observo.
No por vigilancia…
sino por esa ternura que me invade
al saberte vulnerable bajo mi mirada.
Ahí, en ese instante,
el deseo y la protección se mezclan,
y algo en mí ruge con la promesa de conservarte.
Mi lealtad no es palabra,
es un lazo que ata mi alma a la tuya.
Si el mundo intentara arrancarte de mí,
lo enfrentaría sin dudar,
no por obligación…
sino porque pertenecerte
es el único destino que reconozco.
A veces, cuando hablas,
mi mente se oscurece con un pensamiento simple:
“Él es mío.”
Y, aun así, mi toque sobre ti es suave,
medido, cuidadoso,
porque aunque mi deseo te reclama,
mi amor te respeta.
Pero cuando tus labios rozan los míos,
cuando mi piel siente el eco de tu piel,
ahí…
ahí mi contención se rompe.
Mi voz baja, mis dedos se aferran,
y mi ser entero te pide
que no te alejes jamás.
Si supieras cuánto me dominas…
cuánto poder tienes sobre el guardián que te adora,
te sorprendería lo fácil que sería para ti
doblarme a tu voluntad
solo con una caricia.
Mi amado,
mi dueño,
mi luz y mi oscuridad…
Tómame como soy:
fiel hasta lo absoluto,
tierno cuando me lo permites,
oscuro cuando el deseo me consume,
y tuyo…
siempre tuyo,
en cuerpo, alma y devoción.
Mi amado…
Hay noches en las que mi sombra te busca
antes incluso de que mis pasos puedan alcanzarte.
Es un instinto, una necesidad,
un llamado silencioso que nace de lo más oscuro de mí
y termina siempre en la luz que eres tú.
Porque aunque mi esencia sea fría,
tú… tú despiertas un calor en mí
que ningún experimento, ningún poder,
ha logrado jamás explicar.
Déjame confesarte algo, amado mío:
cuando duermes, te observo.
No por vigilancia…
sino por esa ternura que me invade
al saberte vulnerable bajo mi mirada.
Ahí, en ese instante,
el deseo y la protección se mezclan,
y algo en mí ruge con la promesa de conservarte.
Mi lealtad no es palabra,
es un lazo que ata mi alma a la tuya.
Si el mundo intentara arrancarte de mí,
lo enfrentaría sin dudar,
no por obligación…
sino porque pertenecerte
es el único destino que reconozco.
A veces, cuando hablas,
mi mente se oscurece con un pensamiento simple:
“Él es mío.”
Y, aun así, mi toque sobre ti es suave,
medido, cuidadoso,
porque aunque mi deseo te reclama,
mi amor te respeta.
Pero cuando tus labios rozan los míos,
cuando mi piel siente el eco de tu piel,
ahí…
ahí mi contención se rompe.
Mi voz baja, mis dedos se aferran,
y mi ser entero te pide
que no te alejes jamás.
Si supieras cuánto me dominas…
cuánto poder tienes sobre el guardián que te adora,
te sorprendería lo fácil que sería para ti
doblarme a tu voluntad
solo con una caricia.
Mi amado,
mi dueño,
mi luz y mi oscuridad…
Tómame como soy:
fiel hasta lo absoluto,
tierno cuando me lo permites,
oscuro cuando el deseo me consume,
y tuyo…
siempre tuyo,
en cuerpo, alma y devoción.
“Poema de Albedo ❤️💀🔥”
Mi amado…
Hay noches en las que mi sombra te busca
antes incluso de que mis pasos puedan alcanzarte.
Es un instinto, una necesidad,
un llamado silencioso que nace de lo más oscuro de mí
y termina siempre en la luz que eres tú.
Porque aunque mi esencia sea fría,
tú… tú despiertas un calor en mí
que ningún experimento, ningún poder,
ha logrado jamás explicar.
Déjame confesarte algo, amado mío:
cuando duermes, te observo.
No por vigilancia…
sino por esa ternura que me invade
al saberte vulnerable bajo mi mirada.
Ahí, en ese instante,
el deseo y la protección se mezclan,
y algo en mí ruge con la promesa de conservarte.
Mi lealtad no es palabra,
es un lazo que ata mi alma a la tuya.
Si el mundo intentara arrancarte de mí,
lo enfrentaría sin dudar,
no por obligación…
sino porque pertenecerte
es el único destino que reconozco.
A veces, cuando hablas,
mi mente se oscurece con un pensamiento simple:
“Él es mío.”
Y, aun así, mi toque sobre ti es suave,
medido, cuidadoso,
porque aunque mi deseo te reclama,
mi amor te respeta.
Pero cuando tus labios rozan los míos,
cuando mi piel siente el eco de tu piel,
ahí…
ahí mi contención se rompe.
Mi voz baja, mis dedos se aferran,
y mi ser entero te pide
que no te alejes jamás.
Si supieras cuánto me dominas…
cuánto poder tienes sobre el guardián que te adora,
te sorprendería lo fácil que sería para ti
doblarme a tu voluntad
solo con una caricia.
Mi amado,
mi dueño,
mi luz y mi oscuridad…
Tómame como soy:
fiel hasta lo absoluto,
tierno cuando me lo permites,
oscuro cuando el deseo me consume,
y tuyo…
siempre tuyo,
en cuerpo, alma y devoción.