¿Cuánta esperanza puede guardar un alma herida?

​La decepción es la escarcha que congela el manantial, una grieta profunda que separa el "fue" del "será".

La herida abierta está de la memoria que no sabe perdonar.
​La existencia teje el hilo lento de la vida...el Tiempo.
​El tiempo no es la cura que borra el tajo,
Sino el orfebre paciente que lo ennoblece,
Convierte la punzada en un rumor más bajo,
Y el dolor agudo en sabiduría que crece.
​El tiempo es el silencio que amortigua el grito.
​El tiempo es el bálsamo que sella la fisura.
​El tiempo es la distancia que hace lo infinito
El ayer que ya no quema, solo murmura.
​Y allí, en su suave fluir de arena fina,
La esperanza se sienta con su cirio,
No como un fuego fatuo, una ilusión divina,
Sino como el cimiento que soporta el martirio.
​Es la certeza humilde de que todo pasa,
Que el invierno, por más cruel que se demore,
Lleva en sus venas la promesa de casa:
La primavera nueva que siempre florece.
​El alma herida, anclada en el calendario,
No espera el milagro que devuelva lo perdido,
Sino la madurez de su propio santuario:
El arte de vivir con lo que ha dolido.
¿Cuánta esperanza puede guardar un alma herida? ​La decepción es la escarcha que congela el manantial, una grieta profunda que separa el "fue" del "será". La herida abierta está de la memoria que no sabe perdonar. ​La existencia teje el hilo lento de la vida...el Tiempo. ​El tiempo no es la cura que borra el tajo, Sino el orfebre paciente que lo ennoblece, Convierte la punzada en un rumor más bajo, Y el dolor agudo en sabiduría que crece. ​El tiempo es el silencio que amortigua el grito. ​El tiempo es el bálsamo que sella la fisura. ​El tiempo es la distancia que hace lo infinito El ayer que ya no quema, solo murmura. ​Y allí, en su suave fluir de arena fina, La esperanza se sienta con su cirio, No como un fuego fatuo, una ilusión divina, Sino como el cimiento que soporta el martirio. ​Es la certeza humilde de que todo pasa, Que el invierno, por más cruel que se demore, Lleva en sus venas la promesa de casa: La primavera nueva que siempre florece. ​El alma herida, anclada en el calendario, No espera el milagro que devuelva lo perdido, Sino la madurez de su propio santuario: El arte de vivir con lo que ha dolido. ​
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