饾悑a herida en su vientre se había convertido en una marca sobre su piel, que le recordaba que el peligro aumentaba sus fuerzas en cada batalla y que ella aún era una joven inexperta. Ya estaba recuperada, no podía seguir posponiendo lo inevitable; debía enfrentar los numerosos miedos que despertaban con la simple idea de pensar que debía usar su poder.

饾悇sa tarde, después de ayudar a Kazuo con sus tareas, ambos caminaron juntos hacia el bosque. Los rayos del sol se filtraban entre las copas frondosas; ya secas por el otoño, luchando contra la brisa fresca que erizaba la piel. Las flores que se resistían a morir dejaban caer sus pétalos en una danza repetitiva y suave: algunos reposaban sobre el suelo, otros caían sobre sus hombros o entre sus cabellos rojizos como pequeñas bendiciones del bosque. Había algo mágico en ese lugar, algo que ella, con su instinto sagaz, aprovecharía.

—饾悇s tan bonito y relajante que dan ganas de tomar una siesta bajo este árbol… ¿no lo crees? —Comentó con una sonrisa traviesa, dando pequeños saltitos para mantener el ritmo junto a su mentor, cuya altura le permitía avanzar con pasos largos mientras ella hacía un esfuerzo adorable por alcanzarlo.

饾悑uego dio un pequeño giro sobre sí misma, y sin pensarlo demasiado, se dejó caer boca arriba sobre el suelo. Extendió los brazos a ambos lados, como quien se rinde ante la belleza del momento y simplemente respira. Sus cabellos rojizos, vivos como el fuego que dormía en su interior, se esparcieron por el césped como raíces encendidas.

饾悁lzó la mirada y encontró los ojos de su mentor; los suyos, dorados y cálidos, lo observaban con esa mezcla de inocencia y determinación tan propia de ella. Y en sus labios floreció una sonrisa amplia, espontánea, casi infantil que intentaba ocultar sus verdaderas intenciones.

Kazuo
饾悑a herida en su vientre se había convertido en una marca sobre su piel, que le recordaba que el peligro aumentaba sus fuerzas en cada batalla y que ella aún era una joven inexperta. Ya estaba recuperada, no podía seguir posponiendo lo inevitable; debía enfrentar los numerosos miedos que despertaban con la simple idea de pensar que debía usar su poder. 饾悇sa tarde, después de ayudar a Kazuo con sus tareas, ambos caminaron juntos hacia el bosque. Los rayos del sol se filtraban entre las copas frondosas; ya secas por el otoño, luchando contra la brisa fresca que erizaba la piel. Las flores que se resistían a morir dejaban caer sus pétalos en una danza repetitiva y suave: algunos reposaban sobre el suelo, otros caían sobre sus hombros o entre sus cabellos rojizos como pequeñas bendiciones del bosque. Había algo mágico en ese lugar, algo que ella, con su instinto sagaz, aprovecharía. —饾悇s tan bonito y relajante que dan ganas de tomar una siesta bajo este árbol… ¿no lo crees? —Comentó con una sonrisa traviesa, dando pequeños saltitos para mantener el ritmo junto a su mentor, cuya altura le permitía avanzar con pasos largos mientras ella hacía un esfuerzo adorable por alcanzarlo. 饾悑uego dio un pequeño giro sobre sí misma, y sin pensarlo demasiado, se dejó caer boca arriba sobre el suelo. Extendió los brazos a ambos lados, como quien se rinde ante la belleza del momento y simplemente respira. Sus cabellos rojizos, vivos como el fuego que dormía en su interior, se esparcieron por el césped como raíces encendidas. 饾悁lzó la mirada y encontró los ojos de su mentor; los suyos, dorados y cálidos, lo observaban con esa mezcla de inocencia y determinación tan propia de ella. Y en sus labios floreció una sonrisa amplia, espontánea, casi infantil que intentaba ocultar sus verdaderas intenciones. [8KazuoAihara8]
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