Dos tazas, mil historias y cero intención de dormir.
La noche empezó con un simple ¿tomamos un café?.
Entre sorbo y sorbo, salieron los “te acuerdas de aquel día…”, los “no le digas a nadie pero…”
Hubo miradas cómplices, ataques de risa que dolieron en el estómago y ese momento glorioso en el que las dos pensamos lo mismo y soltamos un “no puede ser” al unísono.
El cielo lleno de estrellas parecía estar cotilleando también, pero da igual… porque algunas charlas no necesitan testigos, solo buena compañía y café caliente.
Shiori Novella
La noche empezó con un simple ¿tomamos un café?.
Entre sorbo y sorbo, salieron los “te acuerdas de aquel día…”, los “no le digas a nadie pero…”
Hubo miradas cómplices, ataques de risa que dolieron en el estómago y ese momento glorioso en el que las dos pensamos lo mismo y soltamos un “no puede ser” al unísono.
El cielo lleno de estrellas parecía estar cotilleando también, pero da igual… porque algunas charlas no necesitan testigos, solo buena compañía y café caliente.
Shiori Novella
Dos tazas, mil historias y cero intención de dormir.
La noche empezó con un simple ¿tomamos un café?.
Entre sorbo y sorbo, salieron los “te acuerdas de aquel día…”, los “no le digas a nadie pero…”
Hubo miradas cómplices, ataques de risa que dolieron en el estómago y ese momento glorioso en el que las dos pensamos lo mismo y soltamos un “no puede ser” al unísono.
El cielo lleno de estrellas parecía estar cotilleando también, pero da igual… porque algunas charlas no necesitan testigos, solo buena compañía y café caliente.
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