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El canto del día – Ritual solar de Fiona
La noche comenzaba a retirarse, como si supiera que su tiempo había terminado.
Las estrellas se apagaban una a una, y el cielo se teñía de un azul que aún no era día, pero ya no era noche.
Fiona estaba de pie sobre una colina, su capa ondeando con el viento que anunciaba el amanecer.
No había público.
No había luces.
Solo el horizonte, esperando.
Sus ojos no miraban hacia abajo.
Miraban al sol que aún no había salido, como si lo estuviera convocando.
Entonces, cantó.
Su voz no era suave.
Era clara, firme, como una declaración.
Cada nota parecía ordenar al mundo que despertara.
Las aves comenzaron a volar.
Las hojas se estremecieron.
Y el sol, obediente, comenzó a elevarse.
La luz dorada tocó su rostro, y Fiona no se inmutó.
Era como si la luz la reconociera.
Como si supiera que ella no solo cantaba:
ella marcaba el inicio.
Su canción no hablaba de amor ni de dolor.
Hablaba de propósito.
De estructura.
De la voluntad de ser.
Y cuando terminó, el día había comenzado.
No porque el sol lo decidiera.
Sino porque Fiona lo había cantado.
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El canto del día – Ritual solar de Fiona
La noche comenzaba a retirarse, como si supiera que su tiempo había terminado.
Las estrellas se apagaban una a una, y el cielo se teñía de un azul que aún no era día, pero ya no era noche.
Fiona estaba de pie sobre una colina, su capa ondeando con el viento que anunciaba el amanecer.
No había público.
No había luces.
Solo el horizonte, esperando.
Sus ojos no miraban hacia abajo.
Miraban al sol que aún no había salido, como si lo estuviera convocando.
Entonces, cantó.
Su voz no era suave.
Era clara, firme, como una declaración.
Cada nota parecía ordenar al mundo que despertara.
Las aves comenzaron a volar.
Las hojas se estremecieron.
Y el sol, obediente, comenzó a elevarse.
La luz dorada tocó su rostro, y Fiona no se inmutó.
Era como si la luz la reconociera.
Como si supiera que ella no solo cantaba:
ella marcaba el inicio.
Su canción no hablaba de amor ni de dolor.
Hablaba de propósito.
De estructura.
De la voluntad de ser.
Y cuando terminó, el día había comenzado.
No porque el sol lo decidiera.
Sino porque Fiona lo había cantado.
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☀️ El canto del día – Ritual solar de Fiona
La noche comenzaba a retirarse, como si supiera que su tiempo había terminado.
Las estrellas se apagaban una a una, y el cielo se teñía de un azul que aún no era día, pero ya no era noche.
Fiona estaba de pie sobre una colina, su capa ondeando con el viento que anunciaba el amanecer.
No había público.
No había luces.
Solo el horizonte, esperando.
Sus ojos no miraban hacia abajo.
Miraban al sol que aún no había salido, como si lo estuviera convocando.
Entonces, cantó.
Su voz no era suave.
Era clara, firme, como una declaración.
Cada nota parecía ordenar al mundo que despertara.
Las aves comenzaron a volar.
Las hojas se estremecieron.
Y el sol, obediente, comenzó a elevarse.
La luz dorada tocó su rostro, y Fiona no se inmutó.
Era como si la luz la reconociera.
Como si supiera que ella no solo cantaba:
ella marcaba el inicio.
Su canción no hablaba de amor ni de dolor.
Hablaba de propósito.
De estructura.
De la voluntad de ser.
Y cuando terminó, el día había comenzado.
No porque el sol lo decidiera.
Sino porque Fiona lo había cantado.
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