Elorien trabajaba, no solo como modelo ocasional, sino también como restaurador de Arte como oficio principal.
Después de haber estado varias horas trabajando en la restauración de un busto del siglo XV en el Museo del Louvre, decidió tomarse un respiro. Salió a la puerta y se apartó a un lado discreto para fumar un cigarro (un mal hábito adquirido después de tantos siglos viviendo entre humanos).
Siempre vestía con ese aire elegante al mismo tiempo que desenfadado. Sus guantes eran un indispensable, hubiese frío o calor; solo se los quitaba cuando trabajaba a solas en una pieza o en casa. Después de tanto tiempo se había llegado a acostumbrar a que sus dedos no sintieran el calor ajeno.
Echó una calada al aire, observando cómo los visitantes entraban en masas a uno de los museos más importantes de Europa. Cada ciertos años cambiaba de residencia y buscaba trabajo en otro museo. Lo hacía para evitar esas preguntas incómodas sobre por qué no envejecía. Cuando alguien decía algo al respecto era el momento de poner tierra de por medio.
Ahora estaba en París, llevaba viviendo allí unos tres años, por lo que aún podría estar algunos más sin levantar sospechas.
Después de haber estado varias horas trabajando en la restauración de un busto del siglo XV en el Museo del Louvre, decidió tomarse un respiro. Salió a la puerta y se apartó a un lado discreto para fumar un cigarro (un mal hábito adquirido después de tantos siglos viviendo entre humanos).
Siempre vestía con ese aire elegante al mismo tiempo que desenfadado. Sus guantes eran un indispensable, hubiese frío o calor; solo se los quitaba cuando trabajaba a solas en una pieza o en casa. Después de tanto tiempo se había llegado a acostumbrar a que sus dedos no sintieran el calor ajeno.
Echó una calada al aire, observando cómo los visitantes entraban en masas a uno de los museos más importantes de Europa. Cada ciertos años cambiaba de residencia y buscaba trabajo en otro museo. Lo hacía para evitar esas preguntas incómodas sobre por qué no envejecía. Cuando alguien decía algo al respecto era el momento de poner tierra de por medio.
Ahora estaba en París, llevaba viviendo allí unos tres años, por lo que aún podría estar algunos más sin levantar sospechas.
Elorien trabajaba, no solo como modelo ocasional, sino también como restaurador de Arte como oficio principal.
Después de haber estado varias horas trabajando en la restauración de un busto del siglo XV en el Museo del Louvre, decidió tomarse un respiro. Salió a la puerta y se apartó a un lado discreto para fumar un cigarro (un mal hábito adquirido después de tantos siglos viviendo entre humanos).
Siempre vestía con ese aire elegante al mismo tiempo que desenfadado. Sus guantes eran un indispensable, hubiese frío o calor; solo se los quitaba cuando trabajaba a solas en una pieza o en casa. Después de tanto tiempo se había llegado a acostumbrar a que sus dedos no sintieran el calor ajeno.
Echó una calada al aire, observando cómo los visitantes entraban en masas a uno de los museos más importantes de Europa. Cada ciertos años cambiaba de residencia y buscaba trabajo en otro museo. Lo hacía para evitar esas preguntas incómodas sobre por qué no envejecía. Cuando alguien decía algo al respecto era el momento de poner tierra de por medio.
Ahora estaba en París, llevaba viviendo allí unos tres años, por lo que aún podría estar algunos más sin levantar sospechas.