Golpeó la puerta suavemente e ingresó a la habitación oscura con parsimonia, trayendo un carrito que dejó al lado de la cama.
Fue hacia las ventanas y abrió las cortinas de par en par con movimiento estilizado. Los rayos del sol ingresaron con fuerza, iluminando la oscuridad por completo y no dejando rincón sin su luz.
Luego, vio hacia su «bella durmiente», esbozando una sonrisa cortés.
—Joven dama —la llamó, acercándose y tocándole el antebrazo. —Despierte.
Aproximándose al carrito de antes, Sebastian comenzó a preparar el té como era debido, colocando las hojas de té en la tetera, vertiendo agua hirviendo, y tapándola para que se infusionara tranquilamente.
Jamás usaría un "atajo" como esos saquitos de té del supermercado. Eran aberrantes, produciendo té insulso y con poca personalidad.
No podía traerle tal cosa a su joven dama, no como su mayordomo, y no en este día tan especial.
—Joven dama —volvió a llamar con voz sedosa—, ¿ayer se acostó tarde?
Suspiró.
Esperaba que se despertara pronto, sino, su desayuno se enfriaría, y con la dedicación que le había puesto...
Charlotte Steiner
Fue hacia las ventanas y abrió las cortinas de par en par con movimiento estilizado. Los rayos del sol ingresaron con fuerza, iluminando la oscuridad por completo y no dejando rincón sin su luz.
Luego, vio hacia su «bella durmiente», esbozando una sonrisa cortés.
—Joven dama —la llamó, acercándose y tocándole el antebrazo. —Despierte.
Aproximándose al carrito de antes, Sebastian comenzó a preparar el té como era debido, colocando las hojas de té en la tetera, vertiendo agua hirviendo, y tapándola para que se infusionara tranquilamente.
Jamás usaría un "atajo" como esos saquitos de té del supermercado. Eran aberrantes, produciendo té insulso y con poca personalidad.
No podía traerle tal cosa a su joven dama, no como su mayordomo, y no en este día tan especial.
—Joven dama —volvió a llamar con voz sedosa—, ¿ayer se acostó tarde?
Suspiró.
Esperaba que se despertara pronto, sino, su desayuno se enfriaría, y con la dedicación que le había puesto...
Charlotte Steiner
Golpeó la puerta suavemente e ingresó a la habitación oscura con parsimonia, trayendo un carrito que dejó al lado de la cama.
Fue hacia las ventanas y abrió las cortinas de par en par con movimiento estilizado. Los rayos del sol ingresaron con fuerza, iluminando la oscuridad por completo y no dejando rincón sin su luz.
Luego, vio hacia su «bella durmiente», esbozando una sonrisa cortés.
—Joven dama —la llamó, acercándose y tocándole el antebrazo. —Despierte.
Aproximándose al carrito de antes, Sebastian comenzó a preparar el té como era debido, colocando las hojas de té en la tetera, vertiendo agua hirviendo, y tapándola para que se infusionara tranquilamente.
Jamás usaría un "atajo" como esos saquitos de té del supermercado. Eran aberrantes, produciendo té insulso y con poca personalidad.
No podía traerle tal cosa a su joven dama, no como su mayordomo, y no en este día tan especial.
—Joven dama —volvió a llamar con voz sedosa—, ¿ayer se acostó tarde?
Suspiró.
Esperaba que se despertara pronto, sino, su desayuno se enfriaría, y con la dedicación que le había puesto...
[Charlo_tan]