Gigi estaba sentada en la casa Stilinski, observando de vez en cuando a Derek. Su voz sonó suave, casi perezosa:
—¿Por qué siempre asumes que todo lo que hago tiene un motivo oculto?
Derek cruzó los brazos, la mirada fija en ella.
—Porque contigo siempre lo hay.
Gigi soltó una risa breve, sin humor.
—Tal vez me gusta ver cómo reaccionas cuando te tocan la calma.
Él dio un paso hacia adelante, la sombra de su cuerpo cubriendo parte de la luz.
—No me provoques, Gigi.
Ella lo miró entonces. Esa mirada. Dorada, inquietante, con un destello rosado que bailaba en el centro de sus pupilas.
—¿Y si ese es el punto, Derek? —susurró, con una voz tan tranquila que sonaba peligrosa—. ¿Qué pasa si solo quiero ver si la bestia también puede sentir?
Por un segundo, el silencio pesó entre ellos. La respiración de Derek se hizo más profunda, la de Gigi más ligera.
Y entonces, ella sonrió.
Una sonrisa mínima, afilada, con el toque justo de sarcasmo y ternura para que doliera.
—Tranquilo, Hale —dijo mientras se levantaba del sofá pasando al lado del más alto — No pienso romperte el corazón aún.
El eco de sus pasos se perdió en el pasillo de la cocina. Derek no respondió, pero su mandíbula se tensó, y la lluvia siguió golpeando los cristales como si el mundo también contuviera la respiración.
—¿Por qué siempre asumes que todo lo que hago tiene un motivo oculto?
Derek cruzó los brazos, la mirada fija en ella.
—Porque contigo siempre lo hay.
Gigi soltó una risa breve, sin humor.
—Tal vez me gusta ver cómo reaccionas cuando te tocan la calma.
Él dio un paso hacia adelante, la sombra de su cuerpo cubriendo parte de la luz.
—No me provoques, Gigi.
Ella lo miró entonces. Esa mirada. Dorada, inquietante, con un destello rosado que bailaba en el centro de sus pupilas.
—¿Y si ese es el punto, Derek? —susurró, con una voz tan tranquila que sonaba peligrosa—. ¿Qué pasa si solo quiero ver si la bestia también puede sentir?
Por un segundo, el silencio pesó entre ellos. La respiración de Derek se hizo más profunda, la de Gigi más ligera.
Y entonces, ella sonrió.
Una sonrisa mínima, afilada, con el toque justo de sarcasmo y ternura para que doliera.
—Tranquilo, Hale —dijo mientras se levantaba del sofá pasando al lado del más alto — No pienso romperte el corazón aún.
El eco de sus pasos se perdió en el pasillo de la cocina. Derek no respondió, pero su mandíbula se tensó, y la lluvia siguió golpeando los cristales como si el mundo también contuviera la respiración.
Gigi estaba sentada en la casa Stilinski, observando de vez en cuando a Derek. Su voz sonó suave, casi perezosa:
—¿Por qué siempre asumes que todo lo que hago tiene un motivo oculto?
Derek cruzó los brazos, la mirada fija en ella.
—Porque contigo siempre lo hay.
Gigi soltó una risa breve, sin humor.
—Tal vez me gusta ver cómo reaccionas cuando te tocan la calma.
Él dio un paso hacia adelante, la sombra de su cuerpo cubriendo parte de la luz.
—No me provoques, Gigi.
Ella lo miró entonces. Esa mirada. Dorada, inquietante, con un destello rosado que bailaba en el centro de sus pupilas.
—¿Y si ese es el punto, Derek? —susurró, con una voz tan tranquila que sonaba peligrosa—. ¿Qué pasa si solo quiero ver si la bestia también puede sentir?
Por un segundo, el silencio pesó entre ellos. La respiración de Derek se hizo más profunda, la de Gigi más ligera.
Y entonces, ella sonrió.
Una sonrisa mínima, afilada, con el toque justo de sarcasmo y ternura para que doliera.
—Tranquilo, Hale —dijo mientras se levantaba del sofá pasando al lado del más alto — No pienso romperte el corazón aún.
El eco de sus pasos se perdió en el pasillo de la cocina. Derek no respondió, pero su mandíbula se tensó, y la lluvia siguió golpeando los cristales como si el mundo también contuviera la respiración.
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