A pesar de ser otoño, el día invitaba a disfrutarlo. El sol de aquella tarde era cálido, acariciaba la piel con la delicadeza de quien toca algo sagrado.
Elorien decidió darle una oportunidad a aquel día. Se vistió con prendas sencillas, pero sumamente elegantes. Sus guantes, un complemento indispensable, no quería tocar a nadie por error, no se lo perdonaría.
Paseó un rato hasta toparse con una cafetería pequeña, pero con un encanto que llamó la atención del serafín.
Este tomó asiento y le pidió amablemente al mesero un café solo, sin nada de azúcar — le gustaba disfrutar de los matices del café sin alteraciones —. Sacó un libro de poemas, concretamente de Rainer Maria Rilke.
«Pues donde ya no somos, allí resuena el ser». Murmuró antes de dejar escapar un trémulo suspiro de entre sus labios.
Elorien decidió darle una oportunidad a aquel día. Se vistió con prendas sencillas, pero sumamente elegantes. Sus guantes, un complemento indispensable, no quería tocar a nadie por error, no se lo perdonaría.
Paseó un rato hasta toparse con una cafetería pequeña, pero con un encanto que llamó la atención del serafín.
Este tomó asiento y le pidió amablemente al mesero un café solo, sin nada de azúcar — le gustaba disfrutar de los matices del café sin alteraciones —. Sacó un libro de poemas, concretamente de Rainer Maria Rilke.
«Pues donde ya no somos, allí resuena el ser». Murmuró antes de dejar escapar un trémulo suspiro de entre sus labios.
A pesar de ser otoño, el día invitaba a disfrutarlo. El sol de aquella tarde era cálido, acariciaba la piel con la delicadeza de quien toca algo sagrado.
Elorien decidió darle una oportunidad a aquel día. Se vistió con prendas sencillas, pero sumamente elegantes. Sus guantes, un complemento indispensable, no quería tocar a nadie por error, no se lo perdonaría.
Paseó un rato hasta toparse con una cafetería pequeña, pero con un encanto que llamó la atención del serafín.
Este tomó asiento y le pidió amablemente al mesero un café solo, sin nada de azúcar — le gustaba disfrutar de los matices del café sin alteraciones —. Sacó un libro de poemas, concretamente de Rainer Maria Rilke.
«Pues donde ya no somos, allí resuena el ser». Murmuró antes de dejar escapar un trémulo suspiro de entre sus labios.