Nadie lloró mi caída. Ni siquiera yo mismo, no tenía arrepentimientos por negarme a amar más allá de lo que se me estaba permitido.
Solo lloré el día en el que consumí la vida de quien era lo más amado para mí.
Me quedé sin lágrimas ese día. Desde entonces, ninguna desdicha las ha hecho volver a brotar.
Soy testigo de cómo el mundo avanza, sin poder intervenir en él. No lo hago por miedo, miedo a volver a arrebatar el aliento de alguien más.
Solo lloré el día en el que consumí la vida de quien era lo más amado para mí.
Me quedé sin lágrimas ese día. Desde entonces, ninguna desdicha las ha hecho volver a brotar.
Soy testigo de cómo el mundo avanza, sin poder intervenir en él. No lo hago por miedo, miedo a volver a arrebatar el aliento de alguien más.
Nadie lloró mi caída. Ni siquiera yo mismo, no tenía arrepentimientos por negarme a amar más allá de lo que se me estaba permitido.
Solo lloré el día en el que consumí la vida de quien era lo más amado para mí.
Me quedé sin lágrimas ese día. Desde entonces, ninguna desdicha las ha hecho volver a brotar.
Soy testigo de cómo el mundo avanza, sin poder intervenir en él. No lo hago por miedo, miedo a volver a arrebatar el aliento de alguien más.