𝑳𝒂𝒔𝒕 𝑺𝒕𝒐𝒑 𝑻𝒐 𝑵𝒐𝒘𝒉𝒆𝒓𝒆
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ㅤㅤ 𝑺𝑻𝑨𝑹𝑻𝑬𝑹
ㅤㅤㅤ➤ Lyra Dorne

ㅤㅤㅤㅤEl anuncio de la última llegada resonó, en un sonido hueco, por los túneles. Los últimos pasos apresurados se desvanecieron escalera arriba, hacia la superficie. Las luces fluorescentes, en un ahorro de energía post-turno, se apagaron en varias secciones de la estación, durmiendo los andenes laterales en una penumbra que solo era interrumpida por los letreros iluminados en rojo con la palabra "EXIT".

Fue en uno de esos andenes, el más alejado de las escaleras mecánicas, dónde la quietud parecía más profunda. El escenario resultaba ser siempre el mismo, independientemente de la localización: oscuridad, soledad y las consecuencias de una batalla perdida contra uno mismo.

Allí, yacía semiinconsciente, apoyado contra una pared fría. Su respiración era un ruido áspero e irregular. No eran solo las heridas físicas, aquel profundo corte en el costado que manchaba su camisa de un rojo oscuro, lo que lo tenía al borde del abismo.

𝘌𝘳𝘢 𝘭𝘢 𝘨𝘳𝘪𝘦𝘵𝘢 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘰𝘭.

Porque dentro de él, La Entidad se revolvía, eufórica, celebrando su momentánea libertad. La sombra que debería estar quieta a sus pies se retorcía de forma autónoma, alargándose y contrayéndose como un animal recién liberado.

No había sido solo una pelea cualquiera. Había sido una contención en los túneles de servicio, contra algo que se alimentaba del miedo. Lo había sellado, pero el contraataque le había costado caro, demasiado caro, dejando abierta una brecha en sus defensas.

Un susurro áspero, un eco de una voz que no era la suya, salía de entre sus labios, súperponiéndose a su propia voz.

«... 𝘈𝘭 𝘧𝘪𝘯...»
───... 𝘼𝙡 𝙛𝙞𝙣...

«... 𝘛𝘢𝘯 𝘥𝘶𝘭𝘤𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘭𝘪𝘣𝘦𝘳𝘵𝘢𝘥...»
───... 𝙏𝙖𝙣 𝙙𝙪𝙡𝙘𝙚 𝙚𝙨𝙩𝙖 𝙡𝙞𝙗𝙚𝙧𝙩𝙖𝙙... cállate.

Con un último esfuerzo, Salvatore entreabrió los ojos. El color café de su mirada estaba velado por un fulgor plateado, el gris de un cielo tormentoso. ¿Era dolor lo que sentía? No. No sentía dolor. Era mucho peor que eso. Era la sensación de que cada latido en su pecho, era una explosión de agonia, un recordatorio de que él parasito que llevaba dentro estaba a un suspiro de tomar el control total.

«... 𝘛𝘢𝘯 𝘥𝘦𝘣𝘪𝘭 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘤𝘶𝘦𝘳𝘱𝘰...»
───... 𝙏𝙖𝙣 𝙙𝙚𝙗𝙞𝙡 𝙚𝙨𝙩𝙚 𝙘𝙪𝙚𝙧𝙥𝙤 … que te calles.

¿Estaba susurrando en su mente, como habitualmente lo hacía? No, está vez no era ese el caso. La voz de La Entidad ya no estaba hablando solo en su mente; estaba hablando a través de él. Ambas voces, distorsionadas, superponiéndose por momentos una sobre la otra.

«... 𝘋𝘦𝘫𝘢𝘮𝘦... 𝘠𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘰... 𝘴𝘢𝘯𝘢𝘳 𝘦𝘴𝘵𝘰...»
───... 𝘿𝙚𝙟𝙖𝙢𝙚... 𝙔𝙤 𝙥𝙪𝙚𝙙... ¡BASTA!...

Su mano, temblorosa, se aferró a la pared en búsqueda de un ancla a una realidad que se le escapaba entre los dedos. Estaba solo, en un espacio público a merced de la cosa que llevaba dentro, y del primer transeúnte desprevenido que se aventurara en la penumbra de aquel andén.
ㅤㅤ 𝑺𝑻𝑨𝑹𝑻𝑬𝑹 ㅤㅤㅤ➤ [THE.LIGHTWITCH] ㅤㅤㅤㅤEl anuncio de la última llegada resonó, en un sonido hueco, por los túneles. Los últimos pasos apresurados se desvanecieron escalera arriba, hacia la superficie. Las luces fluorescentes, en un ahorro de energía post-turno, se apagaron en varias secciones de la estación, durmiendo los andenes laterales en una penumbra que solo era interrumpida por los letreros iluminados en rojo con la palabra "EXIT". Fue en uno de esos andenes, el más alejado de las escaleras mecánicas, dónde la quietud parecía más profunda. El escenario resultaba ser siempre el mismo, independientemente de la localización: oscuridad, soledad y las consecuencias de una batalla perdida contra uno mismo. Allí, yacía semiinconsciente, apoyado contra una pared fría. Su respiración era un ruido áspero e irregular. No eran solo las heridas físicas, aquel profundo corte en el costado que manchaba su camisa de un rojo oscuro, lo que lo tenía al borde del abismo. 𝘌𝘳𝘢 𝘭𝘢 𝘨𝘳𝘪𝘦𝘵𝘢 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘰𝘭. Porque dentro de él, La Entidad se revolvía, eufórica, celebrando su momentánea libertad. La sombra que debería estar quieta a sus pies se retorcía de forma autónoma, alargándose y contrayéndose como un animal recién liberado. No había sido solo una pelea cualquiera. Había sido una contención en los túneles de servicio, contra algo que se alimentaba del miedo. Lo había sellado, pero el contraataque le había costado caro, demasiado caro, dejando abierta una brecha en sus defensas. Un susurro áspero, un eco de una voz que no era la suya, salía de entre sus labios, súperponiéndose a su propia voz. «... 𝘈𝘭 𝘧𝘪𝘯...» ───... 𝘼𝙡 𝙛𝙞𝙣... «... 𝘛𝘢𝘯 𝘥𝘶𝘭𝘤𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘭𝘪𝘣𝘦𝘳𝘵𝘢𝘥...» ───... 𝙏𝙖𝙣 𝙙𝙪𝙡𝙘𝙚 𝙚𝙨𝙩𝙖 𝙡𝙞𝙗𝙚𝙧𝙩𝙖𝙙... cállate. Con un último esfuerzo, Salvatore entreabrió los ojos. El color café de su mirada estaba velado por un fulgor plateado, el gris de un cielo tormentoso. ¿Era dolor lo que sentía? No. No sentía dolor. Era mucho peor que eso. Era la sensación de que cada latido en su pecho, era una explosión de agonia, un recordatorio de que él parasito que llevaba dentro estaba a un suspiro de tomar el control total. «... 𝘛𝘢𝘯 𝘥𝘦𝘣𝘪𝘭 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘤𝘶𝘦𝘳𝘱𝘰...» ───... 𝙏𝙖𝙣 𝙙𝙚𝙗𝙞𝙡 𝙚𝙨𝙩𝙚 𝙘𝙪𝙚𝙧𝙥𝙤 … que te calles. ¿Estaba susurrando en su mente, como habitualmente lo hacía? No, está vez no era ese el caso. La voz de La Entidad ya no estaba hablando solo en su mente; estaba hablando a través de él. Ambas voces, distorsionadas, superponiéndose por momentos una sobre la otra. «... 𝘋𝘦𝘫𝘢𝘮𝘦... 𝘠𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘰... 𝘴𝘢𝘯𝘢𝘳 𝘦𝘴𝘵𝘰...» ───... 𝘿𝙚𝙟𝙖𝙢𝙚... 𝙔𝙤 𝙥𝙪𝙚𝙙... ¡BASTA!... Su mano, temblorosa, se aferró a la pared en búsqueda de un ancla a una realidad que se le escapaba entre los dedos. Estaba solo, en un espacio público a merced de la cosa que llevaba dentro, y del primer transeúnte desprevenido que se aventurara en la penumbra de aquel andén.
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