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La noche de Yue

La luna estaba alta, pero no brillaba.
Era como si esperara algo.
Como si supiera que esa noche, no sería ella quien iluminara el cielo.

Yue caminó sola hacia el claro, donde el bosque se abría como un suspiro.
Sus pasos no hacían ruido.
Ni las hojas se atrevían a crujir.

Vestía su atuendo de Supernova, pero sin el fulgor del escenario.
La capa caía como un velo de sombra, y sus ojos reflejaban algo más antiguo que la música:
una memoria que no era suya, pero que había decidido custodiar.

Se detuvo en el centro del claro.
No había público.
No había luces.
Solo la luna, y el silencio que la rodeaba como un altar.

Entonces, cantó.

No fue un canto para ser aplaudido.
Fue un canto que parecía surgir del suelo, como si la tierra misma lo recordara.
Su voz era baja, como un secreto que se confiesa sin palabras.
Y sin embargo, cada nota parecía abrir una puerta en el aire.

Las ramas se inclinaron.
Las estrellas parpadearon.
Y la luna, finalmente, comenzó a brillar.

Pero no con su propia luz.
Brillaba con la voz de Yue.

Era como si el universo hubiera estado esperando ese momento:
no para escucharla, sino para recordar que el silencio también canta.

Yue no sonrió.
No lloró.
Solo cerró los ojos, y dejó que la canción terminara como había empezado:
como una sombra que abraza.

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--- 🌙 La noche de Yue La luna estaba alta, pero no brillaba. Era como si esperara algo. Como si supiera que esa noche, no sería ella quien iluminara el cielo. Yue caminó sola hacia el claro, donde el bosque se abría como un suspiro. Sus pasos no hacían ruido. Ni las hojas se atrevían a crujir. Vestía su atuendo de Supernova, pero sin el fulgor del escenario. La capa caía como un velo de sombra, y sus ojos reflejaban algo más antiguo que la música: una memoria que no era suya, pero que había decidido custodiar. Se detuvo en el centro del claro. No había público. No había luces. Solo la luna, y el silencio que la rodeaba como un altar. Entonces, cantó. No fue un canto para ser aplaudido. Fue un canto que parecía surgir del suelo, como si la tierra misma lo recordara. Su voz era baja, como un secreto que se confiesa sin palabras. Y sin embargo, cada nota parecía abrir una puerta en el aire. Las ramas se inclinaron. Las estrellas parpadearon. Y la luna, finalmente, comenzó a brillar. Pero no con su propia luz. Brillaba con la voz de Yue. Era como si el universo hubiera estado esperando ese momento: no para escucharla, sino para recordar que el silencio también canta. Yue no sonrió. No lloró. Solo cerró los ojos, y dejó que la canción terminara como había empezado: como una sombra que abraza. ---
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