-aquel hombre se encontraba sentado frente a la barra de madera gastada, el ambiente del bar envuelto en un ambiente tranquilo e incluso familiar para el y el murmullo constante de conversaciones ajenas hacían de ese lugar un nue lugar para finalmente dejar de pensar. Entre sus dedos descansaba una botella de cerveza, las gotas de condensación resbalaban lentamente por el vidrio, reflejando la luz amarillenta de las lámparas. Sus ojos, cansados pero atentos, permanecían fijos en la pantalla del televisor que colgaba en la pared. En ella, una reportera relataba los detalles del último caso en el que había trabajado, con esa voz ensayada que busca dramatismo donde para el solo era un día más de trabajo -

Supongo que las noticias vuelan bastante rápido...

-murmuró con una media sonrisa antes de bajar la mirada, observando el recorrido de una gota que descendía hasta su mano. Por un instante, se quedó inmóvil, perdido entre sus pensamientos, el reflejo del televisor se dibujaba en sus pupilas como una sombra conocida; cada palabra de la periodista resonaba como un eco y el solo ponia atención repasando cada detalle en su cabeza-

Valla que sabe cómo narrar mis días con tanta elocuencia

-Llevó la botella a los labios, dejando que el amargor de la cerveza le recordara que seguía vivo. Afuera llovía, podía escucharlo golpear el techo del bar como un reloj invisible que marcaba un tiempo solo suyo. Entonces, el crujir de la silla a su costado lo trajo de vuelta a la realidad. Su acompañante había llegado.-

-El hombre no volteó de inmediato. Tomó otro trago, colocó la botella con suavidad sobre la barra y solo entonces giró ligeramente el rostro, dedicando una sonrisa cordial, Habían acordado encontrarse allí para hablar. De qué exactamente, no lo sabía. Tal vez del pasado, de los fantasmas que ambos compartían, o simplemente para conocer un nuevo mundo, Sea como fuere, aquella noche no tenía nada mejor que hacer. Y en el fondo, una parte de él agradecía la distracción.-

Llegas justo a tiempo

-Dijo finalmente, encendiendo un cigarrillo y ofreciéndole uno al recién llegado

Las noches siempre son menos pesadas cuando alguien más comparte el silencio.
-aquel hombre se encontraba sentado frente a la barra de madera gastada, el ambiente del bar envuelto en un ambiente tranquilo e incluso familiar para el y el murmullo constante de conversaciones ajenas hacían de ese lugar un nue lugar para finalmente dejar de pensar. Entre sus dedos descansaba una botella de cerveza, las gotas de condensación resbalaban lentamente por el vidrio, reflejando la luz amarillenta de las lámparas. Sus ojos, cansados pero atentos, permanecían fijos en la pantalla del televisor que colgaba en la pared. En ella, una reportera relataba los detalles del último caso en el que había trabajado, con esa voz ensayada que busca dramatismo donde para el solo era un día más de trabajo - Supongo que las noticias vuelan bastante rápido... -murmuró con una media sonrisa antes de bajar la mirada, observando el recorrido de una gota que descendía hasta su mano. Por un instante, se quedó inmóvil, perdido entre sus pensamientos, el reflejo del televisor se dibujaba en sus pupilas como una sombra conocida; cada palabra de la periodista resonaba como un eco y el solo ponia atención repasando cada detalle en su cabeza- Valla que sabe cómo narrar mis días con tanta elocuencia -Llevó la botella a los labios, dejando que el amargor de la cerveza le recordara que seguía vivo. Afuera llovía, podía escucharlo golpear el techo del bar como un reloj invisible que marcaba un tiempo solo suyo. Entonces, el crujir de la silla a su costado lo trajo de vuelta a la realidad. Su acompañante había llegado.- -El hombre no volteó de inmediato. Tomó otro trago, colocó la botella con suavidad sobre la barra y solo entonces giró ligeramente el rostro, dedicando una sonrisa cordial, Habían acordado encontrarse allí para hablar. De qué exactamente, no lo sabía. Tal vez del pasado, de los fantasmas que ambos compartían, o simplemente para conocer un nuevo mundo, Sea como fuere, aquella noche no tenía nada mejor que hacer. Y en el fondo, una parte de él agradecía la distracción.- Llegas justo a tiempo -Dijo finalmente, encendiendo un cigarrillo y ofreciéndole uno al recién llegado Las noches siempre son menos pesadas cuando alguien más comparte el silencio.
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