No puedo dormir.
No desde que vi aquella prueba. Desde que la sostuve entre las manos temblorosas, sintiendo que el mundo se me venía abajo otra vez.
Embarazada.
La palabra me pesa más que cualquier herida que me hayan dejado.
A veces me quedo mirándome en el espejo, con las manos sobre el vientre plano, esperando sentir algo. Lo que sea. Pero no siento amor, ni esperanza, ni alegría. Siento miedo. Siento asco. Siento que mi cuerpo me traiciona una y otra vez.
He pensado en todo. En seguir con esto, en no hacerlo, en desaparecer un tiempo… en no ser una carga para Angela.
Pero no hay una respuesta correcta, ninguna que me devuelva la paz.
Cada vez que cierro los ojos veo sus rostros.
Cada vez que toco mi piel, siento las manos que no eran suyas.
Y sin embargo, hay algo dentro de mí que me obliga a quedarme quieta.
Quizás sea el miedo.
Quizás sea el instinto.
O tal vez esa parte de mí que aún cree que puedo decidir lo que pase a partir de ahora, aunque todo lo demás me lo hayan robado.
Angela intenta fingir que todo está bien, que me protege, que me cuida.
Y yo finjo también.
Sonrío, le digo que estoy cansada, que voy a dormir. Pero por dentro me rompo más cada día.
No sé qué voy a hacer.
No puedo decidirlo todavía.
Lo único que tengo claro es que no quiero que esto nos destruya. Que si algo me mantiene respirando es ella, su forma de tocarme sin hacerme daño, su paciencia infinita.
Quizás algún día tenga el valor de hablar, de decidir qué quiero hacer con todo esto.
Pero hoy no.
Hoy solo quiero seguir respirando, y que el silencio no me ahogue.
No desde que vi aquella prueba. Desde que la sostuve entre las manos temblorosas, sintiendo que el mundo se me venía abajo otra vez.
Embarazada.
La palabra me pesa más que cualquier herida que me hayan dejado.
A veces me quedo mirándome en el espejo, con las manos sobre el vientre plano, esperando sentir algo. Lo que sea. Pero no siento amor, ni esperanza, ni alegría. Siento miedo. Siento asco. Siento que mi cuerpo me traiciona una y otra vez.
He pensado en todo. En seguir con esto, en no hacerlo, en desaparecer un tiempo… en no ser una carga para Angela.
Pero no hay una respuesta correcta, ninguna que me devuelva la paz.
Cada vez que cierro los ojos veo sus rostros.
Cada vez que toco mi piel, siento las manos que no eran suyas.
Y sin embargo, hay algo dentro de mí que me obliga a quedarme quieta.
Quizás sea el miedo.
Quizás sea el instinto.
O tal vez esa parte de mí que aún cree que puedo decidir lo que pase a partir de ahora, aunque todo lo demás me lo hayan robado.
Angela intenta fingir que todo está bien, que me protege, que me cuida.
Y yo finjo también.
Sonrío, le digo que estoy cansada, que voy a dormir. Pero por dentro me rompo más cada día.
No sé qué voy a hacer.
No puedo decidirlo todavía.
Lo único que tengo claro es que no quiero que esto nos destruya. Que si algo me mantiene respirando es ella, su forma de tocarme sin hacerme daño, su paciencia infinita.
Quizás algún día tenga el valor de hablar, de decidir qué quiero hacer con todo esto.
Pero hoy no.
Hoy solo quiero seguir respirando, y que el silencio no me ahogue.
No puedo dormir.
No desde que vi aquella prueba. Desde que la sostuve entre las manos temblorosas, sintiendo que el mundo se me venía abajo otra vez.
Embarazada.
La palabra me pesa más que cualquier herida que me hayan dejado.
A veces me quedo mirándome en el espejo, con las manos sobre el vientre plano, esperando sentir algo. Lo que sea. Pero no siento amor, ni esperanza, ni alegría. Siento miedo. Siento asco. Siento que mi cuerpo me traiciona una y otra vez.
He pensado en todo. En seguir con esto, en no hacerlo, en desaparecer un tiempo… en no ser una carga para Angela.
Pero no hay una respuesta correcta, ninguna que me devuelva la paz.
Cada vez que cierro los ojos veo sus rostros.
Cada vez que toco mi piel, siento las manos que no eran suyas.
Y sin embargo, hay algo dentro de mí que me obliga a quedarme quieta.
Quizás sea el miedo.
Quizás sea el instinto.
O tal vez esa parte de mí que aún cree que puedo decidir lo que pase a partir de ahora, aunque todo lo demás me lo hayan robado.
Angela intenta fingir que todo está bien, que me protege, que me cuida.
Y yo finjo también.
Sonrío, le digo que estoy cansada, que voy a dormir. Pero por dentro me rompo más cada día.
No sé qué voy a hacer.
No puedo decidirlo todavía.
Lo único que tengo claro es que no quiero que esto nos destruya. Que si algo me mantiene respirando es ella, su forma de tocarme sin hacerme daño, su paciencia infinita.
Quizás algún día tenga el valor de hablar, de decidir qué quiero hacer con todo esto.
Pero hoy no.
Hoy solo quiero seguir respirando, y que el silencio no me ahogue.
