El Despertar de Ceres Fauna
El bosque estaba en silencio, como si contuviera la respiración. La brisa se detuvo entre las hojas y el murmullo del agua cesó. Entonces, la tierra comenzó a brillar suavemente, como si recordara un antiguo canto olvidado. De entre las raíces de un roble milenario, la luz tomó forma… una figura esbelta, envuelta en tonos verdes y dorados, emergió con la gracia de quien ha dormido siglos pero nunca ha dejado de soñar.
Ceres Fauna abrió los ojos. Su mirada era el reflejo del primer amanecer sobre la Tierra, un brillo antiguo y tierno que hacía florecer la hierba a su paso. En su respiración, el aire volvió a danzar, trayendo consigo el aroma de flores que ya no existían. Las criaturas del bosque se acercaron con reverencia: aves, ciervos y espíritus del follaje inclinaban sus cabezas ante la Guardiana de la Naturaleza.
Su compañero, un majestuoso ciervo cubierto de musgo y pétalos, se acercó lentamente. Con una caricia en su cuello, Fauna susurró:
—El ciclo vuelve a comenzar...
En su mano sostenía una pequeña manzana dorada, el corazón latente del mundo. Era el símbolo de la vida que había de renacer, la promesa de que incluso tras la destrucción, la naturaleza siempre encuentra el camino de regreso.
El cielo se abrió paso entre las copas de los árboles, y los rayos del sol bañaron su figura. Ceres sonrió con serenidad, dejando que su voz, como una melodía suave, recorriera los valles y montañas:
—Despierta, Madre Tierra… tu hija ha vuelto.
Y con ese llamado, el mundo volvió a respirar.
El bosque estaba en silencio, como si contuviera la respiración. La brisa se detuvo entre las hojas y el murmullo del agua cesó. Entonces, la tierra comenzó a brillar suavemente, como si recordara un antiguo canto olvidado. De entre las raíces de un roble milenario, la luz tomó forma… una figura esbelta, envuelta en tonos verdes y dorados, emergió con la gracia de quien ha dormido siglos pero nunca ha dejado de soñar.
Ceres Fauna abrió los ojos. Su mirada era el reflejo del primer amanecer sobre la Tierra, un brillo antiguo y tierno que hacía florecer la hierba a su paso. En su respiración, el aire volvió a danzar, trayendo consigo el aroma de flores que ya no existían. Las criaturas del bosque se acercaron con reverencia: aves, ciervos y espíritus del follaje inclinaban sus cabezas ante la Guardiana de la Naturaleza.
Su compañero, un majestuoso ciervo cubierto de musgo y pétalos, se acercó lentamente. Con una caricia en su cuello, Fauna susurró:
—El ciclo vuelve a comenzar...
En su mano sostenía una pequeña manzana dorada, el corazón latente del mundo. Era el símbolo de la vida que había de renacer, la promesa de que incluso tras la destrucción, la naturaleza siempre encuentra el camino de regreso.
El cielo se abrió paso entre las copas de los árboles, y los rayos del sol bañaron su figura. Ceres sonrió con serenidad, dejando que su voz, como una melodía suave, recorriera los valles y montañas:
—Despierta, Madre Tierra… tu hija ha vuelto.
Y con ese llamado, el mundo volvió a respirar.
🌿 El Despertar de Ceres Fauna 🌿
El bosque estaba en silencio, como si contuviera la respiración. La brisa se detuvo entre las hojas y el murmullo del agua cesó. Entonces, la tierra comenzó a brillar suavemente, como si recordara un antiguo canto olvidado. De entre las raíces de un roble milenario, la luz tomó forma… una figura esbelta, envuelta en tonos verdes y dorados, emergió con la gracia de quien ha dormido siglos pero nunca ha dejado de soñar.
Ceres Fauna abrió los ojos. Su mirada era el reflejo del primer amanecer sobre la Tierra, un brillo antiguo y tierno que hacía florecer la hierba a su paso. En su respiración, el aire volvió a danzar, trayendo consigo el aroma de flores que ya no existían. Las criaturas del bosque se acercaron con reverencia: aves, ciervos y espíritus del follaje inclinaban sus cabezas ante la Guardiana de la Naturaleza.
Su compañero, un majestuoso ciervo cubierto de musgo y pétalos, se acercó lentamente. Con una caricia en su cuello, Fauna susurró:
—El ciclo vuelve a comenzar...
En su mano sostenía una pequeña manzana dorada, el corazón latente del mundo. Era el símbolo de la vida que había de renacer, la promesa de que incluso tras la destrucción, la naturaleza siempre encuentra el camino de regreso.
El cielo se abrió paso entre las copas de los árboles, y los rayos del sol bañaron su figura. Ceres sonrió con serenidad, dejando que su voz, como una melodía suave, recorriera los valles y montañas:
—Despierta, Madre Tierra… tu hija ha vuelto.
Y con ese llamado, el mundo volvió a respirar. 🌱✨

