Un animal arrinconado usará todo dentro de su repertorio para intentar salir con vida.
No es muy diferente de los hombres conmigo.
"Vieja, agria, quedada, loca, larguirucha, mastodonte, bestia, vibora, rancia, monstruo, bruja…" —los he oído todos.
Cada palabra pronunciada con la torpeza de quien confunde el ruido con el poder.
Lo curioso es que sus insultos no hieren; solo revelan lo que ellos son: seres diminutos intentando arañar una montaña con las uñas.
Yo no me inclino para escuchar ladridos. Me mantengo erguida, elegante, con el cuello recto y los tacones firmes sobre el suelo que ellos jamás podrán alcanzar.
Mis diseños llevan más estructura que sus argumentos.
Mis telas, más carácter que sus voces temblorosas.
Mientras ellos repiten ecos vacíos, yo dejo costuras que cuentan historias; cada hilo, una cicatriz convertida en arte.
No me disculpo por ocupar espacio —fui hecha para dominarlo.
Si mis pasos resuenan, es porque la tierra reconoce quién la pisa.
Y si mi sombra los intimida, que agradezcan que aún no me digno a mirar hacia abajo.
Porque, al final, ¿qué puede un hombre que insulta a una mujer fuerte, sino revelar su propia debilidad?
Yo no discuto con ellos.
Yo visto mi silencio como un uniforme de guerra,
y dejo que mi existencia les recuerde que su mediocridad no tiene defensa ante una mujer que ya conquistó su propio respeto.
No es muy diferente de los hombres conmigo.
"Vieja, agria, quedada, loca, larguirucha, mastodonte, bestia, vibora, rancia, monstruo, bruja…" —los he oído todos.
Cada palabra pronunciada con la torpeza de quien confunde el ruido con el poder.
Lo curioso es que sus insultos no hieren; solo revelan lo que ellos son: seres diminutos intentando arañar una montaña con las uñas.
Yo no me inclino para escuchar ladridos. Me mantengo erguida, elegante, con el cuello recto y los tacones firmes sobre el suelo que ellos jamás podrán alcanzar.
Mis diseños llevan más estructura que sus argumentos.
Mis telas, más carácter que sus voces temblorosas.
Mientras ellos repiten ecos vacíos, yo dejo costuras que cuentan historias; cada hilo, una cicatriz convertida en arte.
No me disculpo por ocupar espacio —fui hecha para dominarlo.
Si mis pasos resuenan, es porque la tierra reconoce quién la pisa.
Y si mi sombra los intimida, que agradezcan que aún no me digno a mirar hacia abajo.
Porque, al final, ¿qué puede un hombre que insulta a una mujer fuerte, sino revelar su propia debilidad?
Yo no discuto con ellos.
Yo visto mi silencio como un uniforme de guerra,
y dejo que mi existencia les recuerde que su mediocridad no tiene defensa ante una mujer que ya conquistó su propio respeto.
Un animal arrinconado usará todo dentro de su repertorio para intentar salir con vida.
No es muy diferente de los hombres conmigo.
"Vieja, agria, quedada, loca, larguirucha, mastodonte, bestia, vibora, rancia, monstruo, bruja…" —los he oído todos.
Cada palabra pronunciada con la torpeza de quien confunde el ruido con el poder.
Lo curioso es que sus insultos no hieren; solo revelan lo que ellos son: seres diminutos intentando arañar una montaña con las uñas.
Yo no me inclino para escuchar ladridos. Me mantengo erguida, elegante, con el cuello recto y los tacones firmes sobre el suelo que ellos jamás podrán alcanzar.
Mis diseños llevan más estructura que sus argumentos.
Mis telas, más carácter que sus voces temblorosas.
Mientras ellos repiten ecos vacíos, yo dejo costuras que cuentan historias; cada hilo, una cicatriz convertida en arte.
No me disculpo por ocupar espacio —fui hecha para dominarlo.
Si mis pasos resuenan, es porque la tierra reconoce quién la pisa.
Y si mi sombra los intimida, que agradezcan que aún no me digno a mirar hacia abajo.
Porque, al final, ¿qué puede un hombre que insulta a una mujer fuerte, sino revelar su propia debilidad?
Yo no discuto con ellos.
Yo visto mi silencio como un uniforme de guerra,
y dejo que mi existencia les recuerde que su mediocridad no tiene defensa ante una mujer que ya conquistó su propio respeto.
