Dante salía de la cafetería, como de costumbre, con el aroma del café aún aferrado al abrigo y la noche dibujando luces sobre el asfalto. Caminaba sin prisa, dejando que el murmullo de la ciudad acompañara sus pensamientos. Hay noches en las que el alma se sienta a conversar con el recuerdo, y entre suspiros aprende que no todo lo que se fue era pérdida, ni todo lo que queda es destino. A veces, simplemente, hay que dejar que el tiempo escriba con calma lo que el corazón aún no sabe decir.
Dante salía de la cafetería, como de costumbre, con el aroma del café aún aferrado al abrigo y la noche dibujando luces sobre el asfalto. Caminaba sin prisa, dejando que el murmullo de la ciudad acompañara sus pensamientos. Hay noches en las que el alma se sienta a conversar con el recuerdo, y entre suspiros aprende que no todo lo que se fue era pérdida, ni todo lo que queda es destino. A veces, simplemente, hay que dejar que el tiempo escriba con calma lo que el corazón aún no sabe decir.

