La fuga no fue perfecta, pero sí lo bastante sigilosa como para engañar a las cámaras y a los guardias somnolientos. Anomaly había dejado un rastro mínimo de alquitrán en las cerraduras, nada que no pudiera pasar por corrosión natural. Sabe que el reloj corre: dos, quizás tres horas antes de que los técnicos noten su ausencia en los monitores, pero no necesita más para disfrutar del aire libre y la naturaleza.

Emergió al exterior con cierto recelo, con torpeza de quien aprendió a caminar en pasillos de concreto bajo vigilancia constante. Esperó sentir la brisa tibia de la noche, el rumor de insectos, el olor de los pinos, pero lo que la recibió fue una cortina helada de lluvia.

La noche esta cerrada, el cielo apenas una mancha sin luna, y el bosque se alza oscuro y húmedo alrededor de ella.

El frío la atraviesa enseguida; el alquitrán bajo su piel no sabe guardar calor, y pronto comienza a tiritar. Aun así, levanta el rostro, dejando que las gotas resbalen por sus mejillas, y una sonrisa se dibuja en su rostro ante la maravillosa y contradictoria sensación de sentirse viva bajo los pinchazos del agua helada en la piel.
La fuga no fue perfecta, pero sí lo bastante sigilosa como para engañar a las cámaras y a los guardias somnolientos. Anomaly había dejado un rastro mínimo de alquitrán en las cerraduras, nada que no pudiera pasar por corrosión natural. Sabe que el reloj corre: dos, quizás tres horas antes de que los técnicos noten su ausencia en los monitores, pero no necesita más para disfrutar del aire libre y la naturaleza. Emergió al exterior con cierto recelo, con torpeza de quien aprendió a caminar en pasillos de concreto bajo vigilancia constante. Esperó sentir la brisa tibia de la noche, el rumor de insectos, el olor de los pinos, pero lo que la recibió fue una cortina helada de lluvia. La noche esta cerrada, el cielo apenas una mancha sin luna, y el bosque se alza oscuro y húmedo alrededor de ella. El frío la atraviesa enseguida; el alquitrán bajo su piel no sabe guardar calor, y pronto comienza a tiritar. Aun así, levanta el rostro, dejando que las gotas resbalen por sus mejillas, y una sonrisa se dibuja en su rostro ante la maravillosa y contradictoria sensación de sentirse viva bajo los pinchazos del agua helada en la piel.
Me gusta
3
0 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados