La carpa está a oscuras. Solo se escucha el suave golpeteo de un bastón sobre madera, tres veces, hasta que las luces comienzan a encenderse una por una, como si alguien encendiera estrellas en el techo. Una cortina roja se abre de golpe.
El showman aparece en el centro, la luz cayendo sobre él como si el universo entero lo hubiera elegido para ese momento. Su sombrero de copa inclinado, la sonrisa amplia, y el bastón brillando como si tuviera vida propia.
Showman (con voz potente y encantadora):
—¡Damas, caballeros… y todo lo que habita entre las sombras! ¡Sean bienvenidos a la única, inigualable y absolutamente impredecible experiencia que sus sentidos podrán soportar!
Levanta el bastón hacia lo alto. Las luces de la carpa se tornan de mil colores, girando en espirales imposibles sobre el público. Una ráfaga de humo perfumado invade el lugar, envolviendo cada asiento.
Showman (dando un giro elegante, como si bailara):
—Esta noche, el mundo allá afuera no existe. Aquí, en el Smiling Room, el tiempo se dobla, la lógica se disuelve… y hasta sus miedos aprenderán a aplaudir.
El arlequín azul cruza corriendo detrás de él, dejando una estela de confeti. El showman no se inmuta, continúa como si cada interrupción fuera parte del acto.
Showman (apuntando el bastón hacia el público):
—¡Prepárense! Porque verán fieras que rugen sin emitir sonido, cuchillos que bailan sin cortar, acróbatas que desafían la gravedad y risas… oh, risas que podrían quebrar hasta el corazón más frío.
Hace una pausa dramática. Se inclina hacia adelante, como si hablara en secreto solo al primer espectador que se atreva a mirarlo directo a los ojos.
Showman (susurrando):
—Pero lo más importante… ustedes son parte del acto.
Se endereza de golpe, extiende los brazos, y una ráfaga de luces baña el escenario, revelando a las criaturas, artistas y fenómenos del circo alineados en una pose dramática. Todos sonríen. Algunos demasiado.
Showman (con un tono teatral y casi hipnótico):
—Así que… ¡rían, griten, tiemblen! Pero no se atrevan a parpadear… o se perderán el verdadero espectáculo.
Golpea el bastón contra el suelo. Un estallido de chispas recorre la pista y las luces se apagan al instante, dejando solo su voz en la oscuridad:
Showman (casi en un susurro):
—Bienvenidos… al Smiling Room.
El showman aparece en el centro, la luz cayendo sobre él como si el universo entero lo hubiera elegido para ese momento. Su sombrero de copa inclinado, la sonrisa amplia, y el bastón brillando como si tuviera vida propia.
Showman (con voz potente y encantadora):
—¡Damas, caballeros… y todo lo que habita entre las sombras! ¡Sean bienvenidos a la única, inigualable y absolutamente impredecible experiencia que sus sentidos podrán soportar!
Levanta el bastón hacia lo alto. Las luces de la carpa se tornan de mil colores, girando en espirales imposibles sobre el público. Una ráfaga de humo perfumado invade el lugar, envolviendo cada asiento.
Showman (dando un giro elegante, como si bailara):
—Esta noche, el mundo allá afuera no existe. Aquí, en el Smiling Room, el tiempo se dobla, la lógica se disuelve… y hasta sus miedos aprenderán a aplaudir.
El arlequín azul cruza corriendo detrás de él, dejando una estela de confeti. El showman no se inmuta, continúa como si cada interrupción fuera parte del acto.
Showman (apuntando el bastón hacia el público):
—¡Prepárense! Porque verán fieras que rugen sin emitir sonido, cuchillos que bailan sin cortar, acróbatas que desafían la gravedad y risas… oh, risas que podrían quebrar hasta el corazón más frío.
Hace una pausa dramática. Se inclina hacia adelante, como si hablara en secreto solo al primer espectador que se atreva a mirarlo directo a los ojos.
Showman (susurrando):
—Pero lo más importante… ustedes son parte del acto.
Se endereza de golpe, extiende los brazos, y una ráfaga de luces baña el escenario, revelando a las criaturas, artistas y fenómenos del circo alineados en una pose dramática. Todos sonríen. Algunos demasiado.
Showman (con un tono teatral y casi hipnótico):
—Así que… ¡rían, griten, tiemblen! Pero no se atrevan a parpadear… o se perderán el verdadero espectáculo.
Golpea el bastón contra el suelo. Un estallido de chispas recorre la pista y las luces se apagan al instante, dejando solo su voz en la oscuridad:
Showman (casi en un susurro):
—Bienvenidos… al Smiling Room.
La carpa está a oscuras. Solo se escucha el suave golpeteo de un bastón sobre madera, tres veces, hasta que las luces comienzan a encenderse una por una, como si alguien encendiera estrellas en el techo. Una cortina roja se abre de golpe.
El showman aparece en el centro, la luz cayendo sobre él como si el universo entero lo hubiera elegido para ese momento. Su sombrero de copa inclinado, la sonrisa amplia, y el bastón brillando como si tuviera vida propia.
Showman (con voz potente y encantadora):
—¡Damas, caballeros… y todo lo que habita entre las sombras! ¡Sean bienvenidos a la única, inigualable y absolutamente impredecible experiencia que sus sentidos podrán soportar!
Levanta el bastón hacia lo alto. Las luces de la carpa se tornan de mil colores, girando en espirales imposibles sobre el público. Una ráfaga de humo perfumado invade el lugar, envolviendo cada asiento.
Showman (dando un giro elegante, como si bailara):
—Esta noche, el mundo allá afuera no existe. Aquí, en el Smiling Room, el tiempo se dobla, la lógica se disuelve… y hasta sus miedos aprenderán a aplaudir.
El arlequín azul cruza corriendo detrás de él, dejando una estela de confeti. El showman no se inmuta, continúa como si cada interrupción fuera parte del acto.
Showman (apuntando el bastón hacia el público):
—¡Prepárense! Porque verán fieras que rugen sin emitir sonido, cuchillos que bailan sin cortar, acróbatas que desafían la gravedad y risas… oh, risas que podrían quebrar hasta el corazón más frío.
Hace una pausa dramática. Se inclina hacia adelante, como si hablara en secreto solo al primer espectador que se atreva a mirarlo directo a los ojos.
Showman (susurrando):
—Pero lo más importante… ustedes son parte del acto.
Se endereza de golpe, extiende los brazos, y una ráfaga de luces baña el escenario, revelando a las criaturas, artistas y fenómenos del circo alineados en una pose dramática. Todos sonríen. Algunos demasiado.
Showman (con un tono teatral y casi hipnótico):
—Así que… ¡rían, griten, tiemblen! Pero no se atrevan a parpadear… o se perderán el verdadero espectáculo.
Golpea el bastón contra el suelo. Un estallido de chispas recorre la pista y las luces se apagan al instante, dejando solo su voz en la oscuridad:
Showman (casi en un susurro):
—Bienvenidos… al Smiling Room.
