El Inicio de un Caos Espiritual parte 1


Desde algún punto en que nunca me decidía, nada parecía preocuparme. Siempre me la pasaba cada noche mirando en Vallefresno cerca, justo en los pilotes más olvidados. Un islote donde siempre estaba para tener paz y tranquilidad. Incluso, las veladas en la avanzada de Zorangar son lo más maravilloso que hay en lo que se refiere al muelle cercano.

Mis noches calaban con el frío hasta el tuétano de los huesos si no estabas bien abrigado, claramente. Pero los árboles de alrededor se ocupaban de que fuera fresco y no se transformase en un gélido infierno. Incluso, los animales también paseaban a plena vista a una distancia considerable. Ninguno era ingenuo como para acercarse... pero tal vez algo faltaba en la noche pesada.

La luna era enorme y bañaba con su brillo hermoso el lugar, como un recordatorio de que siempre estaría ahí para consolarte. El recio viento suave no hacía más que mecer mi cabello como si de una caricia se tratase, haciendo que me acariciara el pelo por un instinto nato de darme algo de cariño. Pero ha cambiado el rumbo de mi tranquilidad. Las dos lunas restantes saldrían más tarde... pero algo no andaba bien para lo que era común. ¿Un instinto?... ¿Qué era...?

—La noche está hermosa, aunque el frío no cesa con cada soplido... Es como si un espectro me quisiera hablar —dijo con algo de misterio.

El calor de la fogata que ardía desde que empezó a caer y desatarse el velo de la noche era reconfortante. Sus manos suaves sostuvieron un cuenco de sopa y sus ojos azules cayeron ahí para mirar su reflejo, el cual era como sentir una caída en el precipicio más alto y sin fin... Algo se sintió tan vacío...

—Hmmm... —gruñó, y con ello dio un sorbete del caldo que estaba hecho de ricas verduras que reservaba y un par de raíces, acompañado de un poco de carne de jabalí seca—. La sopa sabe amarga cuando no hay nadie con quien compartir...

—Se siente un ambiente tan solitario... Es como si alguien quisiera manifestarse y con ello hablarme de algo. A lo mejor estoy muy cansado —se dijo una vez más, en cuanto se levantó después de tragar el sorbo del caliente caldo que ayudaría a regular su temperatura corporal.

Pero eso no era algo que realmente le fuera de tanto interés o necesidad de hacer siempre. A pesar de todo, los orcos eran caracterizados por su resistencia y su piel gruesa, que era capaz de soportar el frío inusual que un humano no toleraría en segundos, o regular el calor que tal vez algún otro ser no haría más que tirar la toalla por el infernal clima flameante. Pero eso no era símbolo de que pudiera caminar sobre lava o vivir en un lugar volcánico.

Se recompuso y, con sus suaves pasos, aún sostenía su sopa. El delicioso caldo temblaba mientras las ondas chocaban al ritmo de las paredes del tazón. Se sentó en su cama y miró con algo de curiosidad su dibujo en su carpa de pieles: el dibujo de su hermano, Thrall, líder de la Horda. Para él, es más que un tesoro. Era algo más que invaluable en lo que podría decirse del término valioso o de importancia material. Claramente es de un afecto enorme, en el que la familia podría identificarse, al ser lo único que le quedaba... Un lobo sobreviviente a tantas cosas que, aun así, en lo que era el lote de la vida, como un leve camino rocoso y con espinas, quizás trampas mortales, supo salir con vida y estar hasta ahora... lo que conoce como su hermano mayor... y para el otro, su hermano menor...

Se dignó a contemplar la gracia de sus trazos mientras meditaba un poco con aprecio en silencio, bajo el chasquido de la fogata ruidosa y las velas que iluminaban sutilmente. Entonces se dijo para él, como si hablara con su hermano de verdad:

—Desde que me alejé de ahí, no hago más que echarte de menos... Pero es difícil creer que preferirías más a otros antes que a tu hermano... Pero... de tal modo... —Hizo una pausa, volvió a mirar su reflejo en la luz tenue y con ello volvió a posar su vista en el dibujo. Su voz pragmática de apatía se tornó en lo que era nostalgia—. Te aprecio y admiro... No quería ponerte a escoger entre yo o la Horda... No hago más que decepcionarte, no te lo dije antes... Pero aun así no dejo siempre de dañar todo lo que está a mi paso...

El dibujo cayó con una lentitud y una dramática caída lenta. Se sintió más que extraño... Fue un escalofrío lo que se desplegó sobre el joven orco y con ello, el material dibujado se acunó sobre el fuego de una vela cercana y ardió con furia. El instinto tomó el control, aunque muy tarde. El fuego comía el papel con hambre grotesca, mientras que, sin otro remedio, tiré el caldo de mis manos para apagar el fuego. El papel quedó reducido a cenizas. Lo único que sobrevivió fue un trozo del rostro de su hermano sonriendo, pero a media cara.

El escalofrío recorrió una vez más su columna, sintiéndose más frío, y con ello, salió lleno de adrenalina desde la carpa y miró la luna una vez más, como si buscara la respuesta a lo que le había pasado hace un instante... Su corazón latió con algo más de prisa, como si de algún modo hubiera pasado algo mientras la noche transcurría con su frío desolador...

El Inicio de un Caos Espiritual parte 1 Desde algún punto en que nunca me decidía, nada parecía preocuparme. Siempre me la pasaba cada noche mirando en Vallefresno cerca, justo en los pilotes más olvidados. Un islote donde siempre estaba para tener paz y tranquilidad. Incluso, las veladas en la avanzada de Zorangar son lo más maravilloso que hay en lo que se refiere al muelle cercano. Mis noches calaban con el frío hasta el tuétano de los huesos si no estabas bien abrigado, claramente. Pero los árboles de alrededor se ocupaban de que fuera fresco y no se transformase en un gélido infierno. Incluso, los animales también paseaban a plena vista a una distancia considerable. Ninguno era ingenuo como para acercarse... pero tal vez algo faltaba en la noche pesada. La luna era enorme y bañaba con su brillo hermoso el lugar, como un recordatorio de que siempre estaría ahí para consolarte. El recio viento suave no hacía más que mecer mi cabello como si de una caricia se tratase, haciendo que me acariciara el pelo por un instinto nato de darme algo de cariño. Pero ha cambiado el rumbo de mi tranquilidad. Las dos lunas restantes saldrían más tarde... pero algo no andaba bien para lo que era común. ¿Un instinto?... ¿Qué era...? —La noche está hermosa, aunque el frío no cesa con cada soplido... Es como si un espectro me quisiera hablar —dijo con algo de misterio. El calor de la fogata que ardía desde que empezó a caer y desatarse el velo de la noche era reconfortante. Sus manos suaves sostuvieron un cuenco de sopa y sus ojos azules cayeron ahí para mirar su reflejo, el cual era como sentir una caída en el precipicio más alto y sin fin... Algo se sintió tan vacío... —Hmmm... —gruñó, y con ello dio un sorbete del caldo que estaba hecho de ricas verduras que reservaba y un par de raíces, acompañado de un poco de carne de jabalí seca—. La sopa sabe amarga cuando no hay nadie con quien compartir... —Se siente un ambiente tan solitario... Es como si alguien quisiera manifestarse y con ello hablarme de algo. A lo mejor estoy muy cansado —se dijo una vez más, en cuanto se levantó después de tragar el sorbo del caliente caldo que ayudaría a regular su temperatura corporal. Pero eso no era algo que realmente le fuera de tanto interés o necesidad de hacer siempre. A pesar de todo, los orcos eran caracterizados por su resistencia y su piel gruesa, que era capaz de soportar el frío inusual que un humano no toleraría en segundos, o regular el calor que tal vez algún otro ser no haría más que tirar la toalla por el infernal clima flameante. Pero eso no era símbolo de que pudiera caminar sobre lava o vivir en un lugar volcánico. Se recompuso y, con sus suaves pasos, aún sostenía su sopa. El delicioso caldo temblaba mientras las ondas chocaban al ritmo de las paredes del tazón. Se sentó en su cama y miró con algo de curiosidad su dibujo en su carpa de pieles: el dibujo de su hermano, Thrall, líder de la Horda. Para él, es más que un tesoro. Era algo más que invaluable en lo que podría decirse del término valioso o de importancia material. Claramente es de un afecto enorme, en el que la familia podría identificarse, al ser lo único que le quedaba... Un lobo sobreviviente a tantas cosas que, aun así, en lo que era el lote de la vida, como un leve camino rocoso y con espinas, quizás trampas mortales, supo salir con vida y estar hasta ahora... lo que conoce como su hermano mayor... y para el otro, su hermano menor... Se dignó a contemplar la gracia de sus trazos mientras meditaba un poco con aprecio en silencio, bajo el chasquido de la fogata ruidosa y las velas que iluminaban sutilmente. Entonces se dijo para él, como si hablara con su hermano de verdad: —Desde que me alejé de ahí, no hago más que echarte de menos... Pero es difícil creer que preferirías más a otros antes que a tu hermano... Pero... de tal modo... —Hizo una pausa, volvió a mirar su reflejo en la luz tenue y con ello volvió a posar su vista en el dibujo. Su voz pragmática de apatía se tornó en lo que era nostalgia—. Te aprecio y admiro... No quería ponerte a escoger entre yo o la Horda... No hago más que decepcionarte, no te lo dije antes... Pero aun así no dejo siempre de dañar todo lo que está a mi paso... El dibujo cayó con una lentitud y una dramática caída lenta. Se sintió más que extraño... Fue un escalofrío lo que se desplegó sobre el joven orco y con ello, el material dibujado se acunó sobre el fuego de una vela cercana y ardió con furia. El instinto tomó el control, aunque muy tarde. El fuego comía el papel con hambre grotesca, mientras que, sin otro remedio, tiré el caldo de mis manos para apagar el fuego. El papel quedó reducido a cenizas. Lo único que sobrevivió fue un trozo del rostro de su hermano sonriendo, pero a media cara. El escalofrío recorrió una vez más su columna, sintiéndose más frío, y con ello, salió lleno de adrenalina desde la carpa y miró la luna una vez más, como si buscara la respuesta a lo que le había pasado hace un instante... Su corazón latió con algo más de prisa, como si de algún modo hubiera pasado algo mientras la noche transcurría con su frío desolador...
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