—Vamos… otra vez… este… sí… entonces… tú puedes —

susurró Daniel, con la voz apenas audible entre jadeos, mientras golpeaba el maniquí. Cada movimiento le costaba un esfuerzo sobrehumano; los brazos le ardían, los hombros temblaban y las piernas apenas lo sostenían. Cada golpe y cada giro drenaban su energía física y mental. La chispa de su magia lunar vibraba inestable en su mente, a punto de escapar y dejarlo completamente débil, pero no podía detenerse.

Horas y horas habían pasado. Horas concentrado en guiar la energía lunar por sus runas invisibles, obligándose a mantener la chispa dentro de su mente, concentrando cada fragmento de voluntad. Cada respiración era un suplicio; el sudor le empapaba la frente y el pecho, la visión se le nublaba, y la fuerza de sus piernas se desvanecía poco a poco. Aun así, continuaba, porque debía ser suficiente, debía sostenerse firme, debía mantenerse como alguien en quien se pudiera confiar sin importar las circunstancias.

Los murmullos del reino y la taberna aún resonaban en su cabeza, como cuchillos invisibles:

“¿Ese es el futuro esposo de la princesa loca?”
“Seguro que la princesa se cansará de él y encontrará a alguien mejor.”
“Un Selene que ni controla su magia… qué vergüenza.”

En los bares, hombres fuertes y arrogantes se burlaban de él, asegurando que podían conquistar mejor a la princesa loca que él, señalando su torpeza, su timidez, su inexperiencia. Cada risa, cada comentario, cada mirada de desprecio lo atravesaba, pero lo transformaba en impulso para seguir, recordándole que debía demostrar que podía sostenerse, que no podía fallar.

—Si ella pudo… yo también puedo… —

jadeó, la voz rota, con la visión borrosa y la energía lunar vibrando fuera de control. Hablaba de su hermana… todos se burlaban de que ella, a sus diez años, ya manejaba su magia y él, a sus diecinueve, apenas podía.

—No importa que me queme… no importa que cada chispa me arrastre… debo sostenerme… debo ser suficiente… debo poder ser alguien que nunca falle…

Se apoyó con ambas manos sobre el maniquí, temblando, arrastrando su cuerpo con esfuerzo, cada respiración corta y dolorosa. Cada chispa de energía parecía querer escapar de su mente, pero él la contenía con un esfuerzo monumental. Cada golpe al maniquí era un acto de voluntad, un desafío a la fatiga, al drenaje y a los recuerdos de desprecio.

—Maldita sea… no puedo dejar que se me escape… solo un intento más… —

susurró con dificultad, los dientes apretados, mientras la chispa vibraba y le quemaba la mente

—. Horas… y aún sigo aquí… y no me importa… no me importa si cada fibra de mi cuerpo grita… debo sostenerme… debo ser firme… debo ser suficiente… para… para ella.

El cuerpo le temblaba de manera casi incontrolable; cada respiración parecía arrancarle fuerzas, cada latido del corazón era un esfuerzo. La magia lunar estaba a punto de drenarlo por completo, pero Daniel resistía. No caía, no se desmayaba, aunque el límite estaba al alcance. Cada murmullo, cada burla, cada recuerdo de desprecio se transformaba en fuerza, recordándole que debía mantenerse firme, que no podía ceder.

Sin saberlo, alguien ya lo observaba. Cada jadeo, cada temblor, cada chispa de magia inestable era visible para esa presencia silenciosa, pero Daniel no lo percibía. Su mundo estaba solo con su agotamiento, su concentración y la chispa que amenazaba con drenarlo por completo.

Con un esfuerzo monumental, levantó la cabeza, concentró la chispa de energía que vibraba fuera de control y golpeó el maniquí una vez más, arrastrando su cuerpo tembloroso, casi sin fuerzas, pero aún firme. Sus ojos brillaban con determinación absoluta: seguiría siendo un soporte inquebrantable, aunque cada segundo le costara la vida, aunque cada chispa de magia intentara consumirlo por completo.

Y aun así, respirando con dificultad, cada músculo vibrando por el esfuerzo, Daniel Selene seguía. Consciente. Débil. Al borde del colapso. Pero firme. Incansable. Imparable.

Adriana Salvatore o Alexa Selene cualquiera de las 2 //
—Vamos… otra vez… este… sí… entonces… tú puedes — susurró Daniel, con la voz apenas audible entre jadeos, mientras golpeaba el maniquí. Cada movimiento le costaba un esfuerzo sobrehumano; los brazos le ardían, los hombros temblaban y las piernas apenas lo sostenían. Cada golpe y cada giro drenaban su energía física y mental. La chispa de su magia lunar vibraba inestable en su mente, a punto de escapar y dejarlo completamente débil, pero no podía detenerse. Horas y horas habían pasado. Horas concentrado en guiar la energía lunar por sus runas invisibles, obligándose a mantener la chispa dentro de su mente, concentrando cada fragmento de voluntad. Cada respiración era un suplicio; el sudor le empapaba la frente y el pecho, la visión se le nublaba, y la fuerza de sus piernas se desvanecía poco a poco. Aun así, continuaba, porque debía ser suficiente, debía sostenerse firme, debía mantenerse como alguien en quien se pudiera confiar sin importar las circunstancias. Los murmullos del reino y la taberna aún resonaban en su cabeza, como cuchillos invisibles: “¿Ese es el futuro esposo de la princesa loca?” “Seguro que la princesa se cansará de él y encontrará a alguien mejor.” “Un Selene que ni controla su magia… qué vergüenza.” En los bares, hombres fuertes y arrogantes se burlaban de él, asegurando que podían conquistar mejor a la princesa loca que él, señalando su torpeza, su timidez, su inexperiencia. Cada risa, cada comentario, cada mirada de desprecio lo atravesaba, pero lo transformaba en impulso para seguir, recordándole que debía demostrar que podía sostenerse, que no podía fallar. —Si ella pudo… yo también puedo… — jadeó, la voz rota, con la visión borrosa y la energía lunar vibrando fuera de control. Hablaba de su hermana… todos se burlaban de que ella, a sus diez años, ya manejaba su magia y él, a sus diecinueve, apenas podía. —No importa que me queme… no importa que cada chispa me arrastre… debo sostenerme… debo ser suficiente… debo poder ser alguien que nunca falle… Se apoyó con ambas manos sobre el maniquí, temblando, arrastrando su cuerpo con esfuerzo, cada respiración corta y dolorosa. Cada chispa de energía parecía querer escapar de su mente, pero él la contenía con un esfuerzo monumental. Cada golpe al maniquí era un acto de voluntad, un desafío a la fatiga, al drenaje y a los recuerdos de desprecio. —Maldita sea… no puedo dejar que se me escape… solo un intento más… — susurró con dificultad, los dientes apretados, mientras la chispa vibraba y le quemaba la mente —. Horas… y aún sigo aquí… y no me importa… no me importa si cada fibra de mi cuerpo grita… debo sostenerme… debo ser firme… debo ser suficiente… para… para ella. El cuerpo le temblaba de manera casi incontrolable; cada respiración parecía arrancarle fuerzas, cada latido del corazón era un esfuerzo. La magia lunar estaba a punto de drenarlo por completo, pero Daniel resistía. No caía, no se desmayaba, aunque el límite estaba al alcance. Cada murmullo, cada burla, cada recuerdo de desprecio se transformaba en fuerza, recordándole que debía mantenerse firme, que no podía ceder. Sin saberlo, alguien ya lo observaba. Cada jadeo, cada temblor, cada chispa de magia inestable era visible para esa presencia silenciosa, pero Daniel no lo percibía. Su mundo estaba solo con su agotamiento, su concentración y la chispa que amenazaba con drenarlo por completo. Con un esfuerzo monumental, levantó la cabeza, concentró la chispa de energía que vibraba fuera de control y golpeó el maniquí una vez más, arrastrando su cuerpo tembloroso, casi sin fuerzas, pero aún firme. Sus ojos brillaban con determinación absoluta: seguiría siendo un soporte inquebrantable, aunque cada segundo le costara la vida, aunque cada chispa de magia intentara consumirlo por completo. Y aun así, respirando con dificultad, cada músculo vibrando por el esfuerzo, Daniel Selene seguía. Consciente. Débil. Al borde del colapso. Pero firme. Incansable. Imparable. [Adri_Salvatore] o [Alexbl] cualquiera de las 2 //
0 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados