*La sala está vacía, y el eco de mis pasos parece ser la única compañía que tengo. El aire está inmóvil, como si aguardara a que mis pensamientos se atrevan a romper el silencio. Me detengo un instante, llevando la mano al pliegue de mi falda, ordenando con precisión un detalle inexistente… un hábito, quizá, para no sentirme del todo abandonada.*

“No hay nadie…” —susurro, apenas audible, como si me pesara el admitirlo. Mis ojos recorren el espacio con calma, pero también con esa melancolía que solo se permite en soledad—. *Qué curioso… siempre pensé que mi deber sería proteger, servir, acompañar. Ahora que no hay voz que requiera la mía, ni mirada que busque la mía, descubro lo frágil que se siente este instante.*

*Enderezo mi postura, alisando el delantal como si fuera mi única armadura. No me permito caer en el abandono de la nostalgia; incluso cuando la soledad me envuelve, debo mantenerme entera. Porque soy Alexandrina Sebastiane… y aun si nadie está aquí, sigo existiendo en esta quietud, como una llama contenida que rehúsa apagarse*
*La sala está vacía, y el eco de mis pasos parece ser la única compañía que tengo. El aire está inmóvil, como si aguardara a que mis pensamientos se atrevan a romper el silencio. Me detengo un instante, llevando la mano al pliegue de mi falda, ordenando con precisión un detalle inexistente… un hábito, quizá, para no sentirme del todo abandonada.* “No hay nadie…” —susurro, apenas audible, como si me pesara el admitirlo. Mis ojos recorren el espacio con calma, pero también con esa melancolía que solo se permite en soledad—. *Qué curioso… siempre pensé que mi deber sería proteger, servir, acompañar. Ahora que no hay voz que requiera la mía, ni mirada que busque la mía, descubro lo frágil que se siente este instante.* *Enderezo mi postura, alisando el delantal como si fuera mi única armadura. No me permito caer en el abandono de la nostalgia; incluso cuando la soledad me envuelve, debo mantenerme entera. Porque soy Alexandrina Sebastiane… y aun si nadie está aquí, sigo existiendo en esta quietud, como una llama contenida que rehúsa apagarse*
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