El despacho estaba en silencio, roto solo por el golpeteo de los dedos de Michael contra el escritorio. Frente a él, su cliente sudaba como si lo estuvieran interrogando en una película de policías.
—¡Le juro que soy inocente, Michael! —exclamó, levantando las manos al aire—. ¡Yo no estaba en la escena del crimen!
Michael entrecerró los ojos, tomando la foto del expediente y levantándola frente a la cara del hombre.
—Ajá… ¿y quién es el simpático de esta imagen sonriendo directo a la cámara de seguridad? ¿Tu gemelo malvado?
El cliente tragó saliva.
—Era… era una fiesta de disfraces —balbuceó.
Michael dejó caer la foto sobre el escritorio, conteniendo una carcajada.
—Perfecto —dijo, tomando su pluma y escribiendo en su libreta con seriedad exagerada—. Entonces alegaremos que el verdadero culpable fue tu alter ego fiestero. Jurados adoran esas defensas.
El cliente lo miró con horror, sin saber si hablaba en serio.
—¿Eso funciona?
Michael sonrió de lado, apoyando la barbilla en su mano.
—Por supuesto que no. Pero gracias por el entretenimiento, lo necesitaba. Ahora sí, empecemos de nuevo: cuéntame exactamente qué estabas haciendo esa noche antes de que el fiscal use esta foto como póster de tu “gran debut en la delincuencia”.
—¡Le juro que soy inocente, Michael! —exclamó, levantando las manos al aire—. ¡Yo no estaba en la escena del crimen!
Michael entrecerró los ojos, tomando la foto del expediente y levantándola frente a la cara del hombre.
—Ajá… ¿y quién es el simpático de esta imagen sonriendo directo a la cámara de seguridad? ¿Tu gemelo malvado?
El cliente tragó saliva.
—Era… era una fiesta de disfraces —balbuceó.
Michael dejó caer la foto sobre el escritorio, conteniendo una carcajada.
—Perfecto —dijo, tomando su pluma y escribiendo en su libreta con seriedad exagerada—. Entonces alegaremos que el verdadero culpable fue tu alter ego fiestero. Jurados adoran esas defensas.
El cliente lo miró con horror, sin saber si hablaba en serio.
—¿Eso funciona?
Michael sonrió de lado, apoyando la barbilla en su mano.
—Por supuesto que no. Pero gracias por el entretenimiento, lo necesitaba. Ahora sí, empecemos de nuevo: cuéntame exactamente qué estabas haciendo esa noche antes de que el fiscal use esta foto como póster de tu “gran debut en la delincuencia”.
El despacho estaba en silencio, roto solo por el golpeteo de los dedos de Michael contra el escritorio. Frente a él, su cliente sudaba como si lo estuvieran interrogando en una película de policías.
—¡Le juro que soy inocente, Michael! —exclamó, levantando las manos al aire—. ¡Yo no estaba en la escena del crimen!
Michael entrecerró los ojos, tomando la foto del expediente y levantándola frente a la cara del hombre.
—Ajá… ¿y quién es el simpático de esta imagen sonriendo directo a la cámara de seguridad? ¿Tu gemelo malvado?
El cliente tragó saliva.
—Era… era una fiesta de disfraces —balbuceó.
Michael dejó caer la foto sobre el escritorio, conteniendo una carcajada.
—Perfecto —dijo, tomando su pluma y escribiendo en su libreta con seriedad exagerada—. Entonces alegaremos que el verdadero culpable fue tu alter ego fiestero. Jurados adoran esas defensas.
El cliente lo miró con horror, sin saber si hablaba en serio.
—¿Eso funciona?
Michael sonrió de lado, apoyando la barbilla en su mano.
—Por supuesto que no. Pero gracias por el entretenimiento, lo necesitaba. Ahora sí, empecemos de nuevo: cuéntame exactamente qué estabas haciendo esa noche antes de que el fiscal use esta foto como póster de tu “gran debut en la delincuencia”.


