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Fandom Disney; Tarzán
Categoría Aventura
El calor húmedo de la selva era algo a lo que Jane estaba más que acostumbrada, pero no las damas a las que desde hacía unos días estaba acompañando. Su padre, aunque no con mala intención, tenía a veces ideas penosas como, por ejemplo, usarla para que hiciera compañía a las esposas de sus "colegas" americanos que ni siquiera sentían un mínimo de atracción por lo que el buen misionero del señor Porter les contaba. En los ojos de esos hombres sólo se reflejaba el símbolo del dólar, la promesa de riqueza que esas tierras vírgenes ante ellos podrían proporcionarles. Sin embargo, los que hoy les acompañaban en su caminata por la espesa jungla parecían entusiasmados en adentrarse en territorio desconocido, aunque nunca osaban alejarse demasiado de en dónde tenían desplegado su campamento. Jane, que en cuestión de minutos se había escaqueado de su "labor" de niñera, caminaba unos pasos por delante de su padre, esquivando raíces y ramas bajas con la práctica de alguien que ya había tropezado suficientes veces como para aprender a caminar sobre el barro incluso con tacones. Con un cuaderno bajo el brazo y la emoción de quién ve algo nuevo y sorprendente, se detuvo a tomar notas sobre un pájaro de colores brillantes que chillaba como si estuviera insultándola.

—¡Oye, no hace falta gritar tanto! —exclamó con media sonrisa, esbozando con rapidez los contornos del ave en su cuaderno y tratando de memorizar la amplia gama de colores que adornaban sus plumas. Ya no escuchaba ruido tras ella, así que supuso que los demás habrían tomado otro camino... Pero no temía perderse; confiaba en su buena orientación, o en otras palabras esperaba que sus propias huellas permanecieran intactas para saber cómo volver.

—¿Qué tipo de pájaro eres tú, amiguito? Si dejaras caer una de tus plumas voluntariamente, me la llevaría como recuer... —antes de siquiera poder terminar la frase, escuchó un crujido extraño entre las ramas de unos enormes arbustos, a pocos metros de ella.

Giró la cabeza, con cautela, y aunque su cuerpo se tensó ante la posibilidad de que el causante de aquel ruido fuera un animal enorme que pudiera arrollarla de un momento a otro... La curiosidad siempre sería la principal causante por la que Jane se metiera ella misma en la boca del lobo (o en ese caso, más probablemente de una pantera).

Avanzó un par de pasos, con el cuaderno frente a ella a modo de escudo, como si aquello fuera a servirle de mucho. El ruido cesó por unos minutos, lo cual la envalentonó para extender una mano; la misma mano que apartó un par de espesas ramas y que, para su total sorpresa, acabó por rozar a ciegas algo que en absoluto tenía la textura de una rama, hoja, árbol o pelaje de cualquier animal que pudiera encontrarse en esos lares.

Obviamente que la apartó de inmediato, aunque se quedó muy quieta en su lugar, incapaz de luchar contra la curiosidad que la caracterizaba desde que tenía memoria. ¿Qué era lo que se escondía ahí detrás...?
El calor húmedo de la selva era algo a lo que Jane estaba más que acostumbrada, pero no las damas a las que desde hacía unos días estaba acompañando. Su padre, aunque no con mala intención, tenía a veces ideas penosas como, por ejemplo, usarla para que hiciera compañía a las esposas de sus "colegas" americanos que ni siquiera sentían un mínimo de atracción por lo que el buen misionero del señor Porter les contaba. En los ojos de esos hombres sólo se reflejaba el símbolo del dólar, la promesa de riqueza que esas tierras vírgenes ante ellos podrían proporcionarles. Sin embargo, los que hoy les acompañaban en su caminata por la espesa jungla parecían entusiasmados en adentrarse en territorio desconocido, aunque nunca osaban alejarse demasiado de en dónde tenían desplegado su campamento. Jane, que en cuestión de minutos se había escaqueado de su "labor" de niñera, caminaba unos pasos por delante de su padre, esquivando raíces y ramas bajas con la práctica de alguien que ya había tropezado suficientes veces como para aprender a caminar sobre el barro incluso con tacones. Con un cuaderno bajo el brazo y la emoción de quién ve algo nuevo y sorprendente, se detuvo a tomar notas sobre un pájaro de colores brillantes que chillaba como si estuviera insultándola. —¡Oye, no hace falta gritar tanto! —exclamó con media sonrisa, esbozando con rapidez los contornos del ave en su cuaderno y tratando de memorizar la amplia gama de colores que adornaban sus plumas. Ya no escuchaba ruido tras ella, así que supuso que los demás habrían tomado otro camino... Pero no temía perderse; confiaba en su buena orientación, o en otras palabras esperaba que sus propias huellas permanecieran intactas para saber cómo volver. —¿Qué tipo de pájaro eres tú, amiguito? Si dejaras caer una de tus plumas voluntariamente, me la llevaría como recuer... —antes de siquiera poder terminar la frase, escuchó un crujido extraño entre las ramas de unos enormes arbustos, a pocos metros de ella. Giró la cabeza, con cautela, y aunque su cuerpo se tensó ante la posibilidad de que el causante de aquel ruido fuera un animal enorme que pudiera arrollarla de un momento a otro... La curiosidad siempre sería la principal causante por la que Jane se metiera ella misma en la boca del lobo (o en ese caso, más probablemente de una pantera). Avanzó un par de pasos, con el cuaderno frente a ella a modo de escudo, como si aquello fuera a servirle de mucho. El ruido cesó por unos minutos, lo cual la envalentonó para extender una mano; la misma mano que apartó un par de espesas ramas y que, para su total sorpresa, acabó por rozar a ciegas algo que en absoluto tenía la textura de una rama, hoja, árbol o pelaje de cualquier animal que pudiera encontrarse en esos lares. Obviamente que la apartó de inmediato, aunque se quedó muy quieta en su lugar, incapaz de luchar contra la curiosidad que la caracterizaba desde que tenía memoria. ¿Qué era lo que se escondía ahí detrás...?
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