Cuando el silencio volvió a tragarse el eco de los gritos, sentí que el aire me aplastaba. La luna nueva ardía en mi pecho como un peso negro, más pesado que toda la sangre que dejamos atrás.

—Ryu… estoy cansada —susurré mientras nos alejábamos del edificio—. De tanta muerte, de tanto sadismo. Esta luna me arrastra demasiado abajo…

Me detuve y la abracé, buscando refugio en su olor metálico, en el calor que aún vibraba en su piel. Apoyé la frente en su hombro, la daga todavía húmeda entre sus dedos.

—No sé qué puedes ver en mí… con lo rara que soy, con lo rota que me siento a veces.

Ella me abrazó más fuerte. Su voz, suave pero segura, me devolvió un poco de aire:

—Porque somos las dos raras, cachorra. Y porque no eres como esa gente monótona que se arrastra por la vida sin alma. Eres distinta… y por eso te amo.

Y seguimos andando, abrazadas, por las calles oscuras de los bajos fondos. Los charcos reflejaban sombras extrañas, y una vieja farola, parpadeante y cansada, fue la única testigo de nuestro paso. La ciudad dormida se quedó atrás, y nosotras, dos criaturas improbables, nos hundimos en la noche como si fuera nuestra única casa.

Te quiero Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin
Cuando el silencio volvió a tragarse el eco de los gritos, sentí que el aire me aplastaba. La luna nueva ardía en mi pecho como un peso negro, más pesado que toda la sangre que dejamos atrás. —Ryu… estoy cansada —susurré mientras nos alejábamos del edificio—. De tanta muerte, de tanto sadismo. Esta luna me arrastra demasiado abajo… Me detuve y la abracé, buscando refugio en su olor metálico, en el calor que aún vibraba en su piel. Apoyé la frente en su hombro, la daga todavía húmeda entre sus dedos. —No sé qué puedes ver en mí… con lo rara que soy, con lo rota que me siento a veces. Ella me abrazó más fuerte. Su voz, suave pero segura, me devolvió un poco de aire: —Porque somos las dos raras, cachorra. Y porque no eres como esa gente monótona que se arrastra por la vida sin alma. Eres distinta… y por eso te amo. Y seguimos andando, abrazadas, por las calles oscuras de los bajos fondos. Los charcos reflejaban sombras extrañas, y una vieja farola, parpadeante y cansada, fue la única testigo de nuestro paso. La ciudad dormida se quedó atrás, y nosotras, dos criaturas improbables, nos hundimos en la noche como si fuera nuestra única casa. Te quiero [Ryu]
Me gusta
2
0 turnos 1 maullido
Patrocinados
Patrocinados