El aire olía a hierro y ceniza. Entre ruinas aún humeantes, un hombre permanecía en pie, apenas cubierto por la sangre que no era suya. El torso desnudo mostraba cada cicatriz, recuerdo de la batalla recién librada. A sus pies yacían las sombras deshechas de lo que alguna vez fue un ejército demoníaco; en sus manos, dos dagas aún goteaban un líquido oscuro que chisporroteaba al tocar la tierra.
Respiraba con calma, demasiado tranquilo para alguien que acababa de enfrentar a todo un reino infernal. Sus ojos recorrían el horizonte, expectantes, como si buscara algo… o a alguien. No habló, solo esperó, firme, dejando que la tensión del silencio pesara sobre cualquiera que tuviera el valor de acercarse.
Respiraba con calma, demasiado tranquilo para alguien que acababa de enfrentar a todo un reino infernal. Sus ojos recorrían el horizonte, expectantes, como si buscara algo… o a alguien. No habló, solo esperó, firme, dejando que la tensión del silencio pesara sobre cualquiera que tuviera el valor de acercarse.
El aire olía a hierro y ceniza. Entre ruinas aún humeantes, un hombre permanecía en pie, apenas cubierto por la sangre que no era suya. El torso desnudo mostraba cada cicatriz, recuerdo de la batalla recién librada. A sus pies yacían las sombras deshechas de lo que alguna vez fue un ejército demoníaco; en sus manos, dos dagas aún goteaban un líquido oscuro que chisporroteaba al tocar la tierra.
Respiraba con calma, demasiado tranquilo para alguien que acababa de enfrentar a todo un reino infernal. Sus ojos recorrían el horizonte, expectantes, como si buscara algo… o a alguien. No habló, solo esperó, firme, dejando que la tensión del silencio pesara sobre cualquiera que tuviera el valor de acercarse.
