El hombre permanecía inmóvil, con los brazos cruzados y el torso descubierto. La luz tenue resaltaba cada fibra de sus músculos, tensos como si en cualquier momento pudiera moverse con una fuerza devastadora. No decía nada, ni sonreía, ni fruncía el ceño: solo observaba en silencio, como si esperara a ver quién se atrevería a romper aquel aire cargado de tensión.
El hombre permanecía inmóvil, con los brazos cruzados y el torso descubierto. La luz tenue resaltaba cada fibra de sus músculos, tensos como si en cualquier momento pudiera moverse con una fuerza devastadora. No decía nada, ni sonreía, ni fruncía el ceño: solo observaba en silencio, como si esperara a ver quién se atrevería a romper aquel aire cargado de tensión.
