La música aún vibraba en las paredes doradas cuando Lilith se dejó caer. No fue una caída torpe, sino una rendición elegante: el vestido rojo se desparramó como sangre derramada sobre los escalones, los tacones abandonados junto a su mano temblorosa.

El mármol frío acariciaba su espalda como si la consolara. Su cabello caía como una cortina entre ella y el mundo, pero no entre ella y tú.

No dijo nada al principio. Solo respiró. Profundo. Como si el suelo le ofreciera algo que nadie más podía darle. Calma, paz y algo frío donde apoyar su tobillo adolorido

Y entonces, sin girarse, sin abrir los ojos, lo soltó:

—Si vas a seguir mirándome así… al menos ven a hacerlo más cerca—
La música aún vibraba en las paredes doradas cuando Lilith se dejó caer. No fue una caída torpe, sino una rendición elegante: el vestido rojo se desparramó como sangre derramada sobre los escalones, los tacones abandonados junto a su mano temblorosa. El mármol frío acariciaba su espalda como si la consolara. Su cabello caía como una cortina entre ella y el mundo, pero no entre ella y tú. No dijo nada al principio. Solo respiró. Profundo. Como si el suelo le ofreciera algo que nadie más podía darle. Calma, paz y algo frío donde apoyar su tobillo adolorido Y entonces, sin girarse, sin abrir los ojos, lo soltó: —Si vas a seguir mirándome así… al menos ven a hacerlo más cerca—
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