El avión aterrizó con un golpe seco y Thalya apretó los reposabrazos como si aquello pudiera detener el temblor en sus manos.

Cuando bajaron del avión, el aire cálido y húmedo la envolvió de inmediato. Caminó en silencio, con la mochila colgada del hombro y la chaqueta atada a la cintura, sintiendo que cada paso la acercaba a un juicio pendiente.

En la terminal, mientras esperaban las maletas, Thalya al fin rompió el silencio.

—No sé si puedo hacerlo… —murmuró, casi para sí misma, con los ojos fijos en el suelo.

Su voz sonaba áspera, como si las palabras le rasgaran la garganta.

—Han pasado tantos años. Ni siquiera sé cómo mirarlos a la cara. Dejé que todo este tiempo estuvieran sin mí, que lloraran solos a mis padres… y ahora aparezco así, de repente, como si nada.

Podía notarse la culpabilidad en su tono de voz. Sus dedos buscaron instintivamente los de Masthian, aferrándose a su mano.

—Tengo miedo de que me miren y vean solo a alguien que los abandonó.

El anuncio en griego sobre el carrusel de equipajes resonó en la terminal, y Thalya levantó la vista un instante, reconociendo el idioma que apenas recordaba de su infancia. Se le encogió el estómago.

Cuando al fin recogieron las maletas y se dirigieron hacia la salida, Thalya se detuvo en seco a unos metros de las puertas automáticas. Afuera, entre la gente que esperaba, alcanzó a distinguir a una pareja mayor: su abuelo con el bastón apoyado a un lado, su abuela con un vestido sencillo y el cabello blanco recogido. Ambos buscaban con la mirada, nerviosos, como si temieran que nunca apareciera.

Las piernas le temblaron por un momento.

—Dios… están ahí. —Su voz se rompió levemente—. No sé si puedo moverme.

Negó con su cabeza y se giró hacia Masthian, con los ojos brillando por las lágrimas contenidas, esperando el apoyo que sabía que tendría de él.

—¿Qué hago si se enfadan conmigo o si no me perdonan?

Masthian Lauguez
El avión aterrizó con un golpe seco y Thalya apretó los reposabrazos como si aquello pudiera detener el temblor en sus manos. Cuando bajaron del avión, el aire cálido y húmedo la envolvió de inmediato. Caminó en silencio, con la mochila colgada del hombro y la chaqueta atada a la cintura, sintiendo que cada paso la acercaba a un juicio pendiente. En la terminal, mientras esperaban las maletas, Thalya al fin rompió el silencio. —No sé si puedo hacerlo… —murmuró, casi para sí misma, con los ojos fijos en el suelo. Su voz sonaba áspera, como si las palabras le rasgaran la garganta. —Han pasado tantos años. Ni siquiera sé cómo mirarlos a la cara. Dejé que todo este tiempo estuvieran sin mí, que lloraran solos a mis padres… y ahora aparezco así, de repente, como si nada. Podía notarse la culpabilidad en su tono de voz. Sus dedos buscaron instintivamente los de Masthian, aferrándose a su mano. —Tengo miedo de que me miren y vean solo a alguien que los abandonó. El anuncio en griego sobre el carrusel de equipajes resonó en la terminal, y Thalya levantó la vista un instante, reconociendo el idioma que apenas recordaba de su infancia. Se le encogió el estómago. Cuando al fin recogieron las maletas y se dirigieron hacia la salida, Thalya se detuvo en seco a unos metros de las puertas automáticas. Afuera, entre la gente que esperaba, alcanzó a distinguir a una pareja mayor: su abuelo con el bastón apoyado a un lado, su abuela con un vestido sencillo y el cabello blanco recogido. Ambos buscaban con la mirada, nerviosos, como si temieran que nunca apareciera. Las piernas le temblaron por un momento. —Dios… están ahí. —Su voz se rompió levemente—. No sé si puedo moverme. Negó con su cabeza y se giró hacia Masthian, con los ojos brillando por las lágrimas contenidas, esperando el apoyo que sabía que tendría de él. —¿Qué hago si se enfadan conmigo o si no me perdonan? [aiderulz12]
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