Mi voz se desliza desde la espesura del bosque, donde las sombras se retuercen como garras y las ramas crujen imitando tus pasos. Me escuchas. Y te aferras a la razón para no hundirte en la histeria, pero lo sabes: cada fibra de tu ser te advierte que la soledad aquí es solo un engaño.
Y lo sientes.
Mi aliento helado se cuela bajo tu ropa, una caricia fúnebre que confundes con la rancia brisa de la noche. Crees que tus manos bastarán para preservar la temperatura. Las mías llevan siglos heladas, y tu calor me atrae como yo te reclamo a ti.
Y lo sientes.
Mi aliento helado se cuela bajo tu ropa, una caricia fúnebre que confundes con la rancia brisa de la noche. Crees que tus manos bastarán para preservar la temperatura. Las mías llevan siglos heladas, y tu calor me atrae como yo te reclamo a ti.
Mi voz se desliza desde la espesura del bosque, donde las sombras se retuercen como garras y las ramas crujen imitando tus pasos. Me escuchas. Y te aferras a la razón para no hundirte en la histeria, pero lo sabes: cada fibra de tu ser te advierte que la soledad aquí es solo un engaño.
Y lo sientes.
Mi aliento helado se cuela bajo tu ropa, una caricia fúnebre que confundes con la rancia brisa de la noche. Crees que tus manos bastarán para preservar la temperatura. Las mías llevan siglos heladas, y tu calor me atrae como yo te reclamo a ti.
