El Baratie estaba a reventar de clientes. El bullicio de voces, risas y brindis apenas era superado por el golpeteo constante de platos sobre las mesas. Entre todo ese caos, una figura rubia destacaba, avanzaba entre las mesas con cinco platos perfectamente equilibrados.
—¡Cuidado con las manos, que esto no es buffet libre, idiotas!
Gruñó, esquivando un brazo que casi choca con la torre de comida, para luego sonreír mientras se dirigía a la mesa.
—¡Cuidado con las manos, que esto no es buffet libre, idiotas!
Gruñó, esquivando un brazo que casi choca con la torre de comida, para luego sonreír mientras se dirigía a la mesa.
El Baratie estaba a reventar de clientes. El bullicio de voces, risas y brindis apenas era superado por el golpeteo constante de platos sobre las mesas. Entre todo ese caos, una figura rubia destacaba, avanzaba entre las mesas con cinco platos perfectamente equilibrados.
—¡Cuidado con las manos, que esto no es buffet libre, idiotas!
Gruñó, esquivando un brazo que casi choca con la torre de comida, para luego sonreír mientras se dirigía a la mesa.

