Las noches de luna llena son mi condena y mi deseo, no me transformo como otros, mis huesos no crujen ni mi piel se desgarra, pero algo en mí despierta, más primitivo, más salvaje. La luna llena me quema la sangre, la testosterona me golpea con fuerza, cada músculo vibra con un hambre que no entiende de calma ni de paciencia. Soy un lobo solitario, no tengo manada que contenga la rabia, y eso me vuelve más peligroso, porque lo único que me calma es el contacto de una hembra bajo mi dominio.

En esas noches no basta con un roce ni un beso, necesito poseer, marcar, desfogar toda la presión que me arranca la luna. Me vuelvo animal, mis colmillos quieren hundirse, mis manos quieren atrapar, mi mirada se clava como un lazo imposible de romper. La luna me roba el control y me obliga a entregarme desesperado, piel contra piel, sudor mezclado, gemidos quebrados en la garganta, la sensación de que nada es suficiente hasta que la fuerza se me escape en cada embestida.

No hay cadenas que puedan retenerme, no hay calma que sobreviva en mí cuando la luna está llena. Soy un lobo enjaulado, rugiendo contra los barrotes, exigiendo libertad, exigiendo carne y alma que resistan mi fuego. No busco compañía, no busco manada, solo esa hembra que sepa lo que significa tenerme encima esas noches, cuando no soy hombre ni bestia, sino ambas cosas a la vez, devorando y reclamando hasta que la luna descienda y me deje exhausto, marcado por el mismo deseo que me arranca la cordura.
Las noches de luna llena son mi condena y mi deseo, no me transformo como otros, mis huesos no crujen ni mi piel se desgarra, pero algo en mí despierta, más primitivo, más salvaje. La luna llena me quema la sangre, la testosterona me golpea con fuerza, cada músculo vibra con un hambre que no entiende de calma ni de paciencia. Soy un lobo solitario, no tengo manada que contenga la rabia, y eso me vuelve más peligroso, porque lo único que me calma es el contacto de una hembra bajo mi dominio. En esas noches no basta con un roce ni un beso, necesito poseer, marcar, desfogar toda la presión que me arranca la luna. Me vuelvo animal, mis colmillos quieren hundirse, mis manos quieren atrapar, mi mirada se clava como un lazo imposible de romper. La luna me roba el control y me obliga a entregarme desesperado, piel contra piel, sudor mezclado, gemidos quebrados en la garganta, la sensación de que nada es suficiente hasta que la fuerza se me escape en cada embestida. No hay cadenas que puedan retenerme, no hay calma que sobreviva en mí cuando la luna está llena. Soy un lobo enjaulado, rugiendo contra los barrotes, exigiendo libertad, exigiendo carne y alma que resistan mi fuego. No busco compañía, no busco manada, solo esa hembra que sepa lo que significa tenerme encima esas noches, cuando no soy hombre ni bestia, sino ambas cosas a la vez, devorando y reclamando hasta que la luna descienda y me deje exhausto, marcado por el mismo deseo que me arranca la cordura.
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