Se está vistiendo a las 13:00 de la tarde, aún con un ojo cerrado y maldiciendo en voz baja cada botón que no atina a cerrar. El aire huele a tabaco y café frío, aunque él todavía no ha tocado la taza olvidada en la mesa: su verdadero desayuno es el cigarro que cuelga torcido entre sus labios. Con el cabello revuelto y la camisa a medio poner, parece más un boxeador después de una pelea que alguien recién levantado.

—Buenos días, mundo... —murmura con ironía, como si se lo dijera a un público invisible que lo ha estado esperando demasiado tiempo.
Se está vistiendo a las 13:00 de la tarde, aún con un ojo cerrado y maldiciendo en voz baja cada botón que no atina a cerrar. El aire huele a tabaco y café frío, aunque él todavía no ha tocado la taza olvidada en la mesa: su verdadero desayuno es el cigarro que cuelga torcido entre sus labios. Con el cabello revuelto y la camisa a medio poner, parece más un boxeador después de una pelea que alguien recién levantado. —Buenos días, mundo... —murmura con ironía, como si se lo dijera a un público invisible que lo ha estado esperando demasiado tiempo.
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