Los recuerdos, son como mariposas atrapadas en una tormenta, a veces se adhieren a nosotros con tal fuerza que su peso nos hunde en el fondo del alma. Se convierten en cadenas invisibles, tensas y pesadas, que tiran de nosotros hacia lo profundo. En esos momentos, el mar parece un refugio, un vasto abismo donde las olas no preguntan, donde el agua borra y disuelve todo lo que tocan. Tal vez, lo más sabio sea dejarse llevar, sumergirse por completo, como si el océano pudiera aliviar el peso de lo que no se puede ver.
Los recuerdos, son como mariposas atrapadas en una tormenta, a veces se adhieren a nosotros con tal fuerza que su peso nos hunde en el fondo del alma. Se convierten en cadenas invisibles, tensas y pesadas, que tiran de nosotros hacia lo profundo. En esos momentos, el mar parece un refugio, un vasto abismo donde las olas no preguntan, donde el agua borra y disuelve todo lo que tocan. Tal vez, lo más sabio sea dejarse llevar, sumergirse por completo, como si el océano pudiera aliviar el peso de lo que no se puede ver.
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