El campo de entrenamiento de [Jeni] se abre vasto, al aire libre, para que ni los excesos más violentos logren causar estragos. Está lleno de pruebas: arcos para el tiro, estacas para la resistencia, armas alineadas esperando manos ansiosas, incluso un espacio de meditación que ya con solo pensarlo me aburre.

Yo no vengo a respirar calma. Yo vengo a romper.

Frente a mí se alzan unos postes de un mineral que no reconozco: opacos, inmutables, sin brillo alguno. Tomo mi arma y la descargo con fuerza sobre uno de ellos… ni una vibración. Nada. Como si se burlara de mí.

La frustración me enciende. Suelto la empuñadura, cierro el puño y golpeo. El aire vibra alrededor, pero el mineral permanece intacto, silencioso. Parece reírse.

—Si se puede golpear… se puede romper.

Otro puñetazo.

—Si se puede golpear… se puede romper.

Cada vez lo grito más alto. Cada vez golpeo más fuerte. Una y otra vez, hasta perder la noción del tiempo. No importa si hay alguien más sólo tengo un objetivo, no importa nada. El poste sigue intacto y mis dientes se afilan de pura rabia. Mis manos, ensangrentadas.

Los golpes resuenan como truenos a kilómetros a la redonda… y, aun así, nada.

El poste no cede.
Yo me derrumbo.
Perdedora.
El campo de entrenamiento de [Jeni] se abre vasto, al aire libre, para que ni los excesos más violentos logren causar estragos. Está lleno de pruebas: arcos para el tiro, estacas para la resistencia, armas alineadas esperando manos ansiosas, incluso un espacio de meditación que ya con solo pensarlo me aburre. Yo no vengo a respirar calma. Yo vengo a romper. Frente a mí se alzan unos postes de un mineral que no reconozco: opacos, inmutables, sin brillo alguno. Tomo mi arma y la descargo con fuerza sobre uno de ellos… ni una vibración. Nada. Como si se burlara de mí. La frustración me enciende. Suelto la empuñadura, cierro el puño y golpeo. El aire vibra alrededor, pero el mineral permanece intacto, silencioso. Parece reírse. —Si se puede golpear… se puede romper. Otro puñetazo. —Si se puede golpear… se puede romper. Cada vez lo grito más alto. Cada vez golpeo más fuerte. Una y otra vez, hasta perder la noción del tiempo. No importa si hay alguien más sólo tengo un objetivo, no importa nada. El poste sigue intacto y mis dientes se afilan de pura rabia. Mis manos, ensangrentadas. Los golpes resuenan como truenos a kilómetros a la redonda… y, aun así, nada. El poste no cede. Yo me derrumbo. Perdedora.
Me shockea
Me endiabla
3
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