De las sombras emergió una figura que parecía esculpida en mármol y endurecida en batalla. El hierro de las puertas crujió tras él mientras los guardias lo escoltaban hacia la arena. Su pecho desnudo brillaba con el sudor, sus ojos eran pura furia contenida, y cada paso hacía temblar la tierra como si incluso el suelo reconociera la fuerza que habitaba en su cuerpo.

En aquel tiempo no sabía quién era realmente, solo conocía las cadenas, la sangre y el rugido de un público que lo llamaba bestia, héroe o monstruo según su conveniencia. No sabía que era hijo de un Dios pero ya desafiaba a hombres y titanes con la simple brutalidad de sus manos.

Ese instante, congelado en la arena del pasado, era la forja de un destino que aún desconocía. Porque aunque en el presente su vida ya no pertenece a la guerra ni a la arena, en lo profundo de su espíritu siempre arde el eco de aquel gladiador que nunca se doblegó.
De las sombras emergió una figura que parecía esculpida en mármol y endurecida en batalla. El hierro de las puertas crujió tras él mientras los guardias lo escoltaban hacia la arena. Su pecho desnudo brillaba con el sudor, sus ojos eran pura furia contenida, y cada paso hacía temblar la tierra como si incluso el suelo reconociera la fuerza que habitaba en su cuerpo. En aquel tiempo no sabía quién era realmente, solo conocía las cadenas, la sangre y el rugido de un público que lo llamaba bestia, héroe o monstruo según su conveniencia. No sabía que era hijo de un Dios pero ya desafiaba a hombres y titanes con la simple brutalidad de sus manos. Ese instante, congelado en la arena del pasado, era la forja de un destino que aún desconocía. Porque aunque en el presente su vida ya no pertenece a la guerra ni a la arena, en lo profundo de su espíritu siempre arde el eco de aquel gladiador que nunca se doblegó.
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