Soundtrack: https://www.youtube.com/watch?v=RF0HhrwIwp0&list=RDRF0HhrwIwp0&start_radio=1

El cielo colgaba pesado sobre la ciudad, cubierto por un manto gris que parecía no tener fin. Las nubes, densas y bajas, amenazaban con romperse en cualquier momento. El parque, normalmente lleno de risas y pasos apurados, se encontraba en una quietud extraña. Los pocos que aún quedaban recogían sus cosas con prisa. Una madre apuraba a su hijo pequeño, una pareja guardaba los restos de un picnic improvisado, y un par de ciclistas desaparecían tras un recodo del camino.

Nyssara caminaba despacio, con las manos hundidas en los bolsillos de su chaqueta. El viento agitaba su cabello con suavidad, como si aún no decidiera convertirse en tormenta. Bajo sus botas, las hojas secas crujían sin orden, arrastradas por ráfagas tímidas.

No había venido buscando nada. O al menos, eso quería creer. Tal vez era el parque o quizás era el recuerdo de las emociones que una vez sintió.

Se detuvo junto a un banco medio descascarado, uno de esos que el tiempo y la intemperie habían vencido, pero que seguía allí, resistiendo. Se sentó sin pensarlo demasiado, mirando al cielo como si pudiera leer el futuro en el movimiento de las nubes.

El olor de la tierra húmeda anticipaba la primera gota.

No dijo nada en voz alta, pero un pensamiento le cruzó con claridad...
“Si llueve, me quedaré hasta mojarme por completo.”

Y entonces, lo sintió. No fue un sonido, ni un movimiento específico. Fue esa punzada instintiva, esa vibración apenas perceptible cuando alguien conocido entra en un lugar.

Volvió el rostro lentamente. Al otro extremo del sendero, visualizo una figura solitaria avanzaba con paso tranquilo. La silueta, desdibujada por la distancia y la luz apagada del cielo, tenía algo familiar.

Nyssara entrecerró los ojos, no estaba segura. No aún. Pero algo dentro de ella, algo viejo y profundo, ya lo sabía.

Y justo en ese instante… cayó la primera gota.
Soundtrack: https://www.youtube.com/watch?v=RF0HhrwIwp0&list=RDRF0HhrwIwp0&start_radio=1 El cielo colgaba pesado sobre la ciudad, cubierto por un manto gris que parecía no tener fin. Las nubes, densas y bajas, amenazaban con romperse en cualquier momento. El parque, normalmente lleno de risas y pasos apurados, se encontraba en una quietud extraña. Los pocos que aún quedaban recogían sus cosas con prisa. Una madre apuraba a su hijo pequeño, una pareja guardaba los restos de un picnic improvisado, y un par de ciclistas desaparecían tras un recodo del camino. Nyssara caminaba despacio, con las manos hundidas en los bolsillos de su chaqueta. El viento agitaba su cabello con suavidad, como si aún no decidiera convertirse en tormenta. Bajo sus botas, las hojas secas crujían sin orden, arrastradas por ráfagas tímidas. No había venido buscando nada. O al menos, eso quería creer. Tal vez era el parque o quizás era el recuerdo de las emociones que una vez sintió. Se detuvo junto a un banco medio descascarado, uno de esos que el tiempo y la intemperie habían vencido, pero que seguía allí, resistiendo. Se sentó sin pensarlo demasiado, mirando al cielo como si pudiera leer el futuro en el movimiento de las nubes. El olor de la tierra húmeda anticipaba la primera gota. No dijo nada en voz alta, pero un pensamiento le cruzó con claridad... “Si llueve, me quedaré hasta mojarme por completo.” Y entonces, lo sintió. No fue un sonido, ni un movimiento específico. Fue esa punzada instintiva, esa vibración apenas perceptible cuando alguien conocido entra en un lugar. Volvió el rostro lentamente. Al otro extremo del sendero, visualizo una figura solitaria avanzaba con paso tranquilo. La silueta, desdibujada por la distancia y la luz apagada del cielo, tenía algo familiar. Nyssara entrecerró los ojos, no estaba segura. No aún. Pero algo dentro de ella, algo viejo y profundo, ya lo sabía. Y justo en ese instante… cayó la primera gota.
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