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Fandom ZYXS
Categorรญa Drama
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Sus mensajes con el tiempo habían dejado de ser tan frecuentes, al grado de contestar solo un par de veces al día. Masthian podía vivir con eso, pero cuando empezaron a ser solo un par a la semana, comenzó la preocupación. La buscó, por supuesto. Fue a su casa, la buscó en las tiendas de saldos que sabía que frecuentaba, incluso trató de seguir sus historias de Instagram, pero parecía que se la había tragado la tierra.

Hasta que un día, sin más, le soltó la noticia: Había obtenido una beca para estudiar fuera del país, se iría a Europa. ¿Cuando? ¿Por qué no le había dicho? ¿Podían verse antes? Ninguna de esas preguntas tuvo respuestas. Todos los días, un mensaje y un intento de llamada que no atendían ni respondían.

Esa mañana, descubrió que el mensaje simplemente no fue recibido y la llamada lo mandaba directamente a buzón. Entró en pánico. Salió corriendo de casa de su abuela hasta el barrio donde Nicole vivía. Se encontró las puertas y ventanas cerradas.

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Sintió como el corazón poco a poco se le fue acelerando, a medida que se acercaba y comprobaba que la casa estaba vacía. Su familia nunca cerraba las cortinas, a sus padres no les gustaba que las ventanas estuvieran cerradas... ¿Dónde estaba su perro? ¿Por qué no ladraba?

Su diestra fue a abrir la rejita que conectaba al patio y por un momento, cuando esta cedió sin problema, pensó que solo sería un cambio extraño de preferencias. Hasta que recordó que esa reja nunca había cerrado. Cuando tenían 8 años, habían estrellado sus bicicletas en ella y nunca repararon el seguro que atoraba la puerta. Tragó saliva mientras entraba al lugar.

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Miró a su al rededor; al jardín de las rosas de su madre, donde constantemente de pequeños los regañaban por que les gustaba meterse ahí y jugar entre los rosales. Cuando por fin dejaron de jugar, Masthian se había encargado de una vez a la semana cortar la rosa más bonita y dejarla en la habitación de Nicole. En todos sus años de conocerse, recién el año pasado empezó a verse decente ese jardín. Justo cuando ellos dejaron de frecuentarse.

Avanzó por el caminito de piedra, algunas losetas quebradas y sueltas. La mayoría por su culpa, cuando llegaban después de la escuela y dejaban caer las bicicletas ahí. Y luego estaban los pequeños hoyos que el perrito de Nicole hacía.

Cuando la conoció, tenía un labrador que después de unos cuantos años, murió. Recordaba la depresión que envolvió a la castaña. Y también su cara de emoción cuando apareció con un cachorro a los pocos días en su sala. Había tenido que cruzar media ciudad para encontrar a un cachorro que se pareciera a la mascota que había perdido. Que silencioso era el patio sin el rufián que siempre lo recibía entre ladridos y lengüetazos.

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Quiso abrir la puerta, aún manteniendo esa vaga esperanza, aún sabiendo que se podía ver las ventanas incluso atrancadas. No cedió el picaporte, por más que intentó girar la perilla. Su corazón para ese momento ya estaba roto.

Giró el cuerpo hacia la derecha, buscando la escalerilla que usaba para subir a la habitación de su amiga por las noches, cuando les tocaba la guardia. Su ventana daba al patio. Sabía que debajo de ella, estaba el escritorio. Un sin fin de veces, Masthian había acudido a ella para estudiar juntos. Y cada una de ellas, se había quedado embobado viéndola mientras trataba de explicarle el tema que estaban estudiando. Todas las veces que estudió con ella, había reprobado. Y después de cada una de esas sesiones, cuando regresaba a casa, se decía que al día siguiente le diría y la invitaría a salir.

No estaba la escalera. Y el momento de decirle que estaba completamente enamorado de ella, también se había ido.

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Rodeó el patio, dirigiéndose a la parte trasera de la casa. La bicicleta, la casita de muñecas y el armario donde su padre guardaba la herramienta. Estaban cubiertos con mantas y asegurados con candados y cadenas. Nunca se habían molestado en hacerlo, la camioneta de su abuela siempre estuvo estacionada ahí, no había forma de sacarlo sin moverla. No recordaba una sola vez que hubiera podido caminar por aquel lugar sin tener que pegar la panza a la pared para poder pasar.

Todo estaba cubierto de mantas y aún así, conocía a la perfección que había debajo. De no ser por que llegó una edad en la que ya no les permitieron hacer pijamadas juntos, probablemente Masthian habría pasado toda su infancia, adolescencia y el principio de su adultez metido en esa casa.

Y entonces, una caja llamó su atención. Estaba fuera de cualquier cubierta, a medio cerrar y de su interior, sobresalía la manga de una sudadera que reconoció de inmediato. Era suya. Estaba bajo el pequeño techo de la bodega que había en el patio, si llovía, no se mojaría. Pero era obvio que la habían dejado ahí apropósito. Lo comprobó al acercarse, su nombre estaba escrito con la letra redonda y agraciada de Nicole.

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Empezó a hiperventilar. La sudadera no fue un regalo realmente, pero después de que Nicole se la pidió por tercera vez, dejó de pedirla de regreso. Frecuentemente, la usaba para sus cacerías en tiendas, buscando ofertas. Decía que era perfecta para guardar cosas.

Un llavero, con la foto de los doce, la última vez que se habían juntado, antes de que todos siguieran sus propios caminos. El recuerdo de esa noche lo asaltó. Estuvieron a punto de besarse, pero el retrocedió y no hablaron más. Después de eso, sus encuentros apenas y duraron un cuarto de hora.

Quiso seguir revisando, distinguió una camiseta que una vez dejó y ella usaba de pijama. La cajita que habían pintado junto a Hanary. Los collares a juego... Las lágrimas le hacían difícil saber que había.

Casi quince años de amistad, de estar juntos prácticamente todos los días. Tantas risas, sonrojos, los latidos desenfrenados cuando se tomaban las manos... Todo eso, entraba en una caja de cartón.

En una caja de cartón olvidada en su cochera. No, ni siquiera olvidada. Abandonada, puesta ahí sin si quiera preocuparse por cubrirla. ¿Esperaba Nicole que él la encontrara? Era un mal chiste.

Cuando por fin se dejó caer con todo la dignidad que tenía encima, sacó su celular y entre berridos y lamentos le marcó a su primo. Si le entendió o no, la verdad es que no importaba. Se abrazó a lo único que aún conservaba el olor de la castaña, la sudadera y esperó a que llegara.

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Y el momento de decirle que estaba completamente enamorado de ella, también se había ido. ¿๐˜—๐˜ฐ๐˜ณ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆฬ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ณ ๐˜ถ๐˜ฏ ๐˜ญ๐˜ถ๐˜จ๐˜ข๐˜ณ.แฃ ¿๐˜Š๐˜ฐฬ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ข๐˜ฃ๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ท๐˜ฐ๐˜บ ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ณ๐˜ข๐˜ณ.แฃ ๐˜Š๐˜ถ๐˜ข๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜จ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฆ ๐˜ข ๐˜ฃ๐˜ถ๐˜ด๐˜ค๐˜ข๐˜ณ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜—๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ค๐˜ถ๐˜ค๐˜ฉ๐˜ข๐˜ณ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฑ๐˜ช๐˜ณ๐˜ข๐˜ณ Rodeó el patio, dirigiéndose a la parte trasera de la casa. La bicicleta, la casita de muñecas y el armario donde su padre guardaba la herramienta. Estaban cubiertos con mantas y asegurados con candados y cadenas. Nunca se habían molestado en hacerlo, la camioneta de su abuela siempre estuvo estacionada ahí, no había forma de sacarlo sin moverla. No recordaba una sola vez que hubiera podido caminar por aquel lugar sin tener que pegar la panza a la pared para poder pasar. Todo estaba cubierto de mantas y aún así, conocía a la perfección que había debajo. De no ser por que llegó una edad en la que ya no les permitieron hacer pijamadas juntos, probablemente Masthian habría pasado toda su infancia, adolescencia y el principio de su adultez metido en esa casa. Y entonces, una caja llamó su atención. Estaba fuera de cualquier cubierta, a medio cerrar y de su interior, sobresalía la manga de una sudadera que reconoció de inmediato. Era suya. Estaba bajo el pequeño techo de la bodega que había en el patio, si llovía, no se mojaría. Pero era obvio que la habían dejado ahí apropósito. Lo comprobó al acercarse, su nombre estaba escrito con la letra redonda y agraciada de Nicole. ๐˜  ๐˜ฐ๐˜ซ๐˜ข๐˜ญ๐˜ขฬ ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜ฐ๐˜ญ๐˜ท๐˜ช๐˜ฅ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข๐˜ด ๐˜Š๐˜ฐ๐˜ฏ ๐˜ต๐˜ถ๐˜ด ๐˜ง๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ญ๐˜ข ๐˜ค๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜˜๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ง๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฐ๐˜ฏ ๐˜ฐ๐˜ต๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ด๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฆ ๐˜˜๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜จ๐˜ฐฬ ๐˜ข ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ค๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฃ๐˜ณ๐˜ฆ ๐˜•๐˜ฐ ๐˜ง๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฐ๐˜ฏ ๐˜ด๐˜ถ๐˜ง๐˜ช๐˜ค๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ด ๐˜“๐˜ข ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ค๐˜ข๐˜ฎ๐˜ฃ๐˜ช๐˜ข Empezó a hiperventilar. La sudadera no fue un regalo realmente, pero después de que Nicole se la pidió por tercera vez, dejó de pedirla de regreso. Frecuentemente, la usaba para sus cacerías en tiendas, buscando ofertas. Decía que era perfecta para guardar cosas. Un llavero, con la foto de los doce, la última vez que se habían juntado, antes de que todos siguieran sus propios caminos. El recuerdo de esa noche lo asaltó. Estuvieron a punto de besarse, pero el retrocedió y no hablaron más. Después de eso, sus encuentros apenas y duraron un cuarto de hora. Quiso seguir revisando, distinguió una camiseta que una vez dejó y ella usaba de pijama. La cajita que habían pintado junto a Hanary. Los collares a juego... Las lágrimas le hacían difícil saber que había. Casi quince años de amistad, de estar juntos prácticamente todos los días. Tantas risas, sonrojos, los latidos desenfrenados cuando se tomaban las manos... Todo eso, entraba en una caja de cartón. En una caja de cartón olvidada en su cochera. No, ni siquiera olvidada. Abandonada, puesta ahí sin si quiera preocuparse por cubrirla. ¿Esperaba Nicole que él la encontrara? Era un mal chiste. Cuando por fin se dejó caer con todo la dignidad que tenía encima, sacó su celular y entre berridos y lamentos le marcó a su primo. Si le entendió o no, la verdad es que no importaba. Se abrazó a lo único que aún conservaba el olor de la castaña, la sudadera y esperó a que llegara. ๐‘๐‘’๐‘๐‘’๐‘ ๐‘–๐‘ก๐‘œ ๐‘’๐‘ ๐‘๐‘ข๐‘๐˜ฉ๐‘Ž๐‘Ÿ๐‘ก๐‘’ ๐‘Ÿ๐‘’๐‘ ๐‘๐‘–๐‘Ÿ๐‘Ž๐‘Ÿ.
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Grupal
Lรญneas
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