El Adiós en la Lápida Fría
Fandom OC
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El cementerio de veteranos era un mar de mármol gris bajo un cielo que amenazaba con llover. Las nubes bajas y plomizas se cernían sobre Seúl, reflejando el estado de ánimo de Alexei. Sus pasos eran silenciosos sobre el camino de grava, una rutina de años que no había roto ni una sola vez. Se detuvo ante una lápida sencilla, sin nombre, solo con un número de serie militar tachado y una fecha de fallecimiento. Aquí yacía Dimitri.

Alexei se arrodilló, su mano enguantada trazando las letras desgastadas por el tiempo. No tenía un ramo de flores, ni una lágrima en el ojo. Su dolor era más profundo, un vacío que se había vuelto una parte de su ser.

"Ha pasado mucho tiempo, Dimitri," comenzó, su voz apenas un susurro que el viento se llevó. "Los recuerdos son más claros cada día, pero la rabia no me deja vivir. Me he convertido en un fantasma, un animal que solo sabe cazar. Y lo hago por ti."

Se detuvo, su mirada clavada en la lápida. La venganza era su único propósito, la única forma de honrar el recuerdo de su amor. Pero incluso ese propósito se sentía vacío.

"Lo encontraré," continuó, con una nueva determinación en su voz. "Al Comandante Volkov. Le haré pagar por lo que te hizo. Por lo que nos hizo. Pero después de eso... tengo que dejarte ir."

Una pausa, llena de un dolor que se negaba a sentir. Luego, con una voz apenas audible, confesó: "Hay alguien más. Alguien que no debería importar. Alguien a quien conocí en un callejón. Y por alguna razón... me hizo sentir algo. Algo que creí que había muerto."

"No confío en él, no puedo confiar en nadie. Pero la idea de tener algo más que el pasado... La idea me asusta, pero también me atrae."

Se levantó, la frialdad de la tumba ya no lo afectaba. "Te dejaré ir, Dimitri. Me vengaré, pero no viviré para siempre en este dolor. Espero que lo entiendas."

En un acto final, desabrochó la placa de identificación militar que colgaba de su cuello, la única reliquia que conservaba de su vida pasada, y la dejó sobre la lápida. Era un símbolo de su decisión. Se dio la vuelta y se marchó, sin mirar atrás. El fantasma que había sido por años dejaba una parte de sí mismo en el pasado, buscando un futuro incierto pero, por primera vez, posible.
El cementerio de veteranos era un mar de mármol gris bajo un cielo que amenazaba con llover. Las nubes bajas y plomizas se cernían sobre Seúl, reflejando el estado de ánimo de Alexei. Sus pasos eran silenciosos sobre el camino de grava, una rutina de años que no había roto ni una sola vez. Se detuvo ante una lápida sencilla, sin nombre, solo con un número de serie militar tachado y una fecha de fallecimiento. Aquí yacía Dimitri. Alexei se arrodilló, su mano enguantada trazando las letras desgastadas por el tiempo. No tenía un ramo de flores, ni una lágrima en el ojo. Su dolor era más profundo, un vacío que se había vuelto una parte de su ser. "Ha pasado mucho tiempo, Dimitri," comenzó, su voz apenas un susurro que el viento se llevó. "Los recuerdos son más claros cada día, pero la rabia no me deja vivir. Me he convertido en un fantasma, un animal que solo sabe cazar. Y lo hago por ti." Se detuvo, su mirada clavada en la lápida. La venganza era su único propósito, la única forma de honrar el recuerdo de su amor. Pero incluso ese propósito se sentía vacío. "Lo encontraré," continuó, con una nueva determinación en su voz. "Al Comandante Volkov. Le haré pagar por lo que te hizo. Por lo que nos hizo. Pero después de eso... tengo que dejarte ir." Una pausa, llena de un dolor que se negaba a sentir. Luego, con una voz apenas audible, confesó: "Hay alguien más. Alguien que no debería importar. Alguien a quien conocí en un callejón. Y por alguna razón... me hizo sentir algo. Algo que creí que había muerto." "No confío en él, no puedo confiar en nadie. Pero la idea de tener algo más que el pasado... La idea me asusta, pero también me atrae." Se levantó, la frialdad de la tumba ya no lo afectaba. "Te dejaré ir, Dimitri. Me vengaré, pero no viviré para siempre en este dolor. Espero que lo entiendas." En un acto final, desabrochó la placa de identificación militar que colgaba de su cuello, la única reliquia que conservaba de su vida pasada, y la dejó sobre la lápida. Era un símbolo de su decisión. Se dio la vuelta y se marchó, sin mirar atrás. El fantasma que había sido por años dejaba una parte de sí mismo en el pasado, buscando un futuro incierto pero, por primera vez, posible.
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