—¿Sabes algo? El reloj es como ese amigo que dices que quieres, pero en el fondo sabes que realmente no lo quieres. Está ahí, encima tuyo, pero no te dice nada, solo está ahí para acompañarte, hacer un ruido apenas perceptible y recordarte que en algún momento del día tienes algún evento importante. No dice si tienes que ir, si es temprano o tarde, solamente te muestra que ese evento se acerca, o que tu pereza hizo que te lo perdieras. Dirías que él sería un amigo sincero, para hacerlo quedar bien. Pero en realidad es cruel, totalmente ajeno a la definición de piedad. Cuenta los segundos, los minutos y las horas. No se detiene, por nada ni nadie, continúa hasta llegar a cero y vuelve a empezar.
*La negrura del tirante resalta fuertemente contra la piel blanquecina de su mano, misma que parece fundirse en el tono blanco de su arrugada camisa. En la otra se menea un vaso, de vidrio, transparente y con un líquido incoloro danzando en su interior.*
—O tal vez solo estoy diciendo babosadas... A saber.
*Se encoge de hombros, restándole importancia a su propia reflexión, antes de llevarse el vaso a los labios.*
*La negrura del tirante resalta fuertemente contra la piel blanquecina de su mano, misma que parece fundirse en el tono blanco de su arrugada camisa. En la otra se menea un vaso, de vidrio, transparente y con un líquido incoloro danzando en su interior.*
—O tal vez solo estoy diciendo babosadas... A saber.
*Se encoge de hombros, restándole importancia a su propia reflexión, antes de llevarse el vaso a los labios.*
—¿Sabes algo? El reloj es como ese amigo que dices que quieres, pero en el fondo sabes que realmente no lo quieres. Está ahí, encima tuyo, pero no te dice nada, solo está ahí para acompañarte, hacer un ruido apenas perceptible y recordarte que en algún momento del día tienes algún evento importante. No dice si tienes que ir, si es temprano o tarde, solamente te muestra que ese evento se acerca, o que tu pereza hizo que te lo perdieras. Dirías que él sería un amigo sincero, para hacerlo quedar bien. Pero en realidad es cruel, totalmente ajeno a la definición de piedad. Cuenta los segundos, los minutos y las horas. No se detiene, por nada ni nadie, continúa hasta llegar a cero y vuelve a empezar.
*La negrura del tirante resalta fuertemente contra la piel blanquecina de su mano, misma que parece fundirse en el tono blanco de su arrugada camisa. En la otra se menea un vaso, de vidrio, transparente y con un líquido incoloro danzando en su interior.*
—O tal vez solo estoy diciendo babosadas... A saber.
*Se encoge de hombros, restándole importancia a su propia reflexión, antes de llevarse el vaso a los labios.*


