───────────八月盆───────────
"La tarde comenzaba a ceder su trono al crepúsculo, y el oeste se incendiaba en tonos ámbar y bermellón ante sus finas pupilas. A lo largo del río, las primeras linternas flotantes hacían su aparición, comenzando su descenso ritual, deslizándose poco a poco como luciérnagas cansadas sobre el agua, cada una cargada de plegarias, nombres que con el tiempo quedarán en el olvido y las clásicas promesas para el futuro que vendrá.
El aire del O-Bon (お盆) siempre era denso, saturado por aquel característico aroma semi-dulzón del incienso, las notas secas del sándalo y claro, esa intensa sensación de nostalgia imposible de soportar que se cuela entre los pliegues del alma en cada festejo.
Aun así, paradójicamente el santuario entero palpitaba con vida en cada dirección. Familias enteras se reunían en sus yukatas coloridos de algodón fino, los niños correteaban entre la multitud disfrazados con máscaras de Tengu y Kitsune artesanales, los puestos de comida chisporroteaban entre las incesantes risas y el sonido de los alimentos cociéndose, mientras que los enormes tambores Taiko marcaban con entusiasmo el ritmo lento de lo que parecía ser un corazón colectivo.
El mundo de los vivos se esforzaba por parecer alegre, como si la oscuridad no estuviera acechando desde cada rincón.
Y como cada año, Reiko estaba allí.
No le hacía falta anunciarse, después de todo estaba en “su hogar”.
A su paso, las multitudes parecían abrirse con una reverencia involuntaria, como si sus cuerpos recordaran algo que sus mentes habían olvidado. Vestía un kimono tradicional de tonos rojos profundos y dorados apagados, con patrones antiguos de crisantemos marchitos y dragones que parecían danzar por voluntad propia bajo la luz temblorosa de las linternas. Su cabello, recogido en un elaborado moño ceremonial, estaba adornado con peinetas de hueso pulido y cintas rojas que sujetaban flores, entre ellas, colgaban adornos metálicos que tintineaban con un sonido hueco, como pequeñas campanas de templo llamando a los difuntos.
Sus ojos cortaban la penumbra como dagas envainadas en miel. Su mirada pasaba por encima del borde de su abanico que con delicada gracia femenina ocultaba su rostro, no buscaba; elegía.
Nadie osaba interponerse en su camino, ni siquiera “los suyos” y aunque su intensión era pasar "desapercibida" algunos residentes, como ya era usual, empezaban a murmurar sobre su posible procedencia, unos afirmaban que era una sacerdotisa enviada de algún santuario cercano. Otros rumoraban que se trataba de una poderosa médium errante, incluso llegaron a bautizarla como “la dama que no envejece".
Para los vivos, el O-bon es una celebración de memoria, un acto de amor, un llamado a los espíritus ancestrales. Pero para Reiko, era otra cosa. Una oportunidad.
Porque donde los humanos recuerdan… ella recoge.
Es durante estas noches de Agosto, cuando los inocentes claman por señales de sus antepasados y seres amados, donde ella ofrece las más tiernas y convincentes mentiras. Envolviendo a los dolientes en un dulce y cálido consuelo que finalmente los deja más vacíos que antes.
Y así, cada verano, mientras el mundo honra a sus muertos…
Ella se alimenta de ellos."
──────────────────────────
Minirol♥.
"La tarde comenzaba a ceder su trono al crepúsculo, y el oeste se incendiaba en tonos ámbar y bermellón ante sus finas pupilas. A lo largo del río, las primeras linternas flotantes hacían su aparición, comenzando su descenso ritual, deslizándose poco a poco como luciérnagas cansadas sobre el agua, cada una cargada de plegarias, nombres que con el tiempo quedarán en el olvido y las clásicas promesas para el futuro que vendrá.
El aire del O-Bon (お盆) siempre era denso, saturado por aquel característico aroma semi-dulzón del incienso, las notas secas del sándalo y claro, esa intensa sensación de nostalgia imposible de soportar que se cuela entre los pliegues del alma en cada festejo.
Aun así, paradójicamente el santuario entero palpitaba con vida en cada dirección. Familias enteras se reunían en sus yukatas coloridos de algodón fino, los niños correteaban entre la multitud disfrazados con máscaras de Tengu y Kitsune artesanales, los puestos de comida chisporroteaban entre las incesantes risas y el sonido de los alimentos cociéndose, mientras que los enormes tambores Taiko marcaban con entusiasmo el ritmo lento de lo que parecía ser un corazón colectivo.
El mundo de los vivos se esforzaba por parecer alegre, como si la oscuridad no estuviera acechando desde cada rincón.
Y como cada año, Reiko estaba allí.
No le hacía falta anunciarse, después de todo estaba en “su hogar”.
A su paso, las multitudes parecían abrirse con una reverencia involuntaria, como si sus cuerpos recordaran algo que sus mentes habían olvidado. Vestía un kimono tradicional de tonos rojos profundos y dorados apagados, con patrones antiguos de crisantemos marchitos y dragones que parecían danzar por voluntad propia bajo la luz temblorosa de las linternas. Su cabello, recogido en un elaborado moño ceremonial, estaba adornado con peinetas de hueso pulido y cintas rojas que sujetaban flores, entre ellas, colgaban adornos metálicos que tintineaban con un sonido hueco, como pequeñas campanas de templo llamando a los difuntos.
Sus ojos cortaban la penumbra como dagas envainadas en miel. Su mirada pasaba por encima del borde de su abanico que con delicada gracia femenina ocultaba su rostro, no buscaba; elegía.
Nadie osaba interponerse en su camino, ni siquiera “los suyos” y aunque su intensión era pasar "desapercibida" algunos residentes, como ya era usual, empezaban a murmurar sobre su posible procedencia, unos afirmaban que era una sacerdotisa enviada de algún santuario cercano. Otros rumoraban que se trataba de una poderosa médium errante, incluso llegaron a bautizarla como “la dama que no envejece".
Para los vivos, el O-bon es una celebración de memoria, un acto de amor, un llamado a los espíritus ancestrales. Pero para Reiko, era otra cosa. Una oportunidad.
Porque donde los humanos recuerdan… ella recoge.
Es durante estas noches de Agosto, cuando los inocentes claman por señales de sus antepasados y seres amados, donde ella ofrece las más tiernas y convincentes mentiras. Envolviendo a los dolientes en un dulce y cálido consuelo que finalmente los deja más vacíos que antes.
Y así, cada verano, mientras el mundo honra a sus muertos…
Ella se alimenta de ellos."
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Minirol♥.
───────────八月盆───────────
"La tarde comenzaba a ceder su trono al crepúsculo, y el oeste se incendiaba en tonos ámbar y bermellón ante sus finas pupilas. A lo largo del río, las primeras linternas flotantes hacían su aparición, comenzando su descenso ritual, deslizándose poco a poco como luciérnagas cansadas sobre el agua, cada una cargada de plegarias, nombres que con el tiempo quedarán en el olvido y las clásicas promesas para el futuro que vendrá.
El aire del O-Bon (お盆) siempre era denso, saturado por aquel característico aroma semi-dulzón del incienso, las notas secas del sándalo y claro, esa intensa sensación de nostalgia imposible de soportar que se cuela entre los pliegues del alma en cada festejo.
Aun así, paradójicamente el santuario entero palpitaba con vida en cada dirección. Familias enteras se reunían en sus yukatas coloridos de algodón fino, los niños correteaban entre la multitud disfrazados con máscaras de Tengu y Kitsune artesanales, los puestos de comida chisporroteaban entre las incesantes risas y el sonido de los alimentos cociéndose, mientras que los enormes tambores Taiko marcaban con entusiasmo el ritmo lento de lo que parecía ser un corazón colectivo.
El mundo de los vivos se esforzaba por parecer alegre, como si la oscuridad no estuviera acechando desde cada rincón.
Y como cada año, Reiko estaba allí.
No le hacía falta anunciarse, después de todo estaba en “su hogar”.
A su paso, las multitudes parecían abrirse con una reverencia involuntaria, como si sus cuerpos recordaran algo que sus mentes habían olvidado. Vestía un kimono tradicional de tonos rojos profundos y dorados apagados, con patrones antiguos de crisantemos marchitos y dragones que parecían danzar por voluntad propia bajo la luz temblorosa de las linternas. Su cabello, recogido en un elaborado moño ceremonial, estaba adornado con peinetas de hueso pulido y cintas rojas que sujetaban flores, entre ellas, colgaban adornos metálicos que tintineaban con un sonido hueco, como pequeñas campanas de templo llamando a los difuntos.
Sus ojos cortaban la penumbra como dagas envainadas en miel. Su mirada pasaba por encima del borde de su abanico que con delicada gracia femenina ocultaba su rostro, no buscaba; elegía.
Nadie osaba interponerse en su camino, ni siquiera “los suyos” y aunque su intensión era pasar "desapercibida" algunos residentes, como ya era usual, empezaban a murmurar sobre su posible procedencia, unos afirmaban que era una sacerdotisa enviada de algún santuario cercano. Otros rumoraban que se trataba de una poderosa médium errante, incluso llegaron a bautizarla como “la dama que no envejece".
Para los vivos, el O-bon es una celebración de memoria, un acto de amor, un llamado a los espíritus ancestrales. Pero para Reiko, era otra cosa. Una oportunidad.
Porque donde los humanos recuerdan… ella recoge.
Es durante estas noches de Agosto, cuando los inocentes claman por señales de sus antepasados y seres amados, donde ella ofrece las más tiernas y convincentes mentiras. Envolviendo a los dolientes en un dulce y cálido consuelo que finalmente los deja más vacíos que antes.
Y así, cada verano, mientras el mundo honra a sus muertos…
Ella se alimenta de ellos."
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Minirol♥.

