Hay cosas en la vida que no necesitan ojos, ni colores, ni formas, hay cosas que requieren tacto, oído y sensibilidad. Son esas las cosas que a la vista de lo cotidiano perdemos, esas cosas que no sabes que están, hasta que no puedes verlas más.

— El jóven se encontraba en una esquina de aquella biblioteca que a veces hacía de guardería para los niños de los trabajadores del edificio, un lugar olvidado en un rincón de la sociedad urbanizada. Aún así, Caín no podía olvidarse de aquellos niños que del mundo no sabían nada, y acostumbraba ir a cantarles y a contarles cuentos sobre lo que el llamaba "un mundo sin ojos, pero que se puede ver".—
Hay cosas en la vida que no necesitan ojos, ni colores, ni formas, hay cosas que requieren tacto, oído y sensibilidad. Son esas las cosas que a la vista de lo cotidiano perdemos, esas cosas que no sabes que están, hasta que no puedes verlas más. — El jóven se encontraba en una esquina de aquella biblioteca que a veces hacía de guardería para los niños de los trabajadores del edificio, un lugar olvidado en un rincón de la sociedad urbanizada. Aún así, Caín no podía olvidarse de aquellos niños que del mundo no sabían nada, y acostumbraba ir a cantarles y a contarles cuentos sobre lo que el llamaba "un mundo sin ojos, pero que se puede ver".—
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