Estaba acostada al revés, con las piernas colgando por el respaldo del sillón y la cabeza medio hundida en el colchón viejo, ese que todavía olía a lavanda del mes pasado. La pantalla del celular reflejaba su cara, y por un segundo pensó que no se reconocía del todo.

Click. Otra selfie. Otra más que probablemente no subiría.

Era un mal chiste. Sus redes tenían escasas fotografías, pero su galería estaba repleta de momentos que parecía atesorar en silencio. De una forma u otra, necesitaba dejar constancia de que había estado ahí. Que era real. Que aún vivía. Respiraba.

El caos ya no era un extraño. Más bien, un viejo conocido que a veces venía de visita. Raven suspiró, pensando que ya tenía demasiado tiempo sin verlo. ¿Lo extrañaba? Quizá. Era culpa de la calma… de esa paz artificial que pesa cuando sabes que todo está a punto de estallar. Al menos el caos se presentaba sin máscaras, no como esta serenidad hipócrita que todos fingían tener últimamente.

Abrió de nuevo la cámara y se miró. Pelo desordenado, ojeras suaves, expresión neutra. Le pareció gracioso que, incluso cuando intentaba parecer desinteresada… había una especie de tristeza colgándole del rostro. Esa marca que no se podía ocultar.

Sonrió. No por placer. Solo porque era lo último que alguien esperaría de ella.
Y eso, en su mundo, era casi como tener el control.
Estaba acostada al revés, con las piernas colgando por el respaldo del sillón y la cabeza medio hundida en el colchón viejo, ese que todavía olía a lavanda del mes pasado. La pantalla del celular reflejaba su cara, y por un segundo pensó que no se reconocía del todo. Click. Otra selfie. Otra más que probablemente no subiría. Era un mal chiste. Sus redes tenían escasas fotografías, pero su galería estaba repleta de momentos que parecía atesorar en silencio. De una forma u otra, necesitaba dejar constancia de que había estado ahí. Que era real. Que aún vivía. Respiraba. El caos ya no era un extraño. Más bien, un viejo conocido que a veces venía de visita. Raven suspiró, pensando que ya tenía demasiado tiempo sin verlo. ¿Lo extrañaba? Quizá. Era culpa de la calma… de esa paz artificial que pesa cuando sabes que todo está a punto de estallar. Al menos el caos se presentaba sin máscaras, no como esta serenidad hipócrita que todos fingían tener últimamente. Abrió de nuevo la cámara y se miró. Pelo desordenado, ojeras suaves, expresión neutra. Le pareció gracioso que, incluso cuando intentaba parecer desinteresada… había una especie de tristeza colgándole del rostro. Esa marca que no se podía ocultar. Sonrió. No por placer. Solo porque era lo último que alguien esperaría de ella. Y eso, en su mundo, era casi como tener el control.
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