El suave crepitar de su fuego llenaba la barra de un calor acogedor. Barman estaba frente al espejo detrás del mostrador, frunciendo el ceño mientras ajustaba su moño amarillo. Tiraba de un extremo, luego del otro, lo aflojaba, lo apretaba… y volvía a empezar. Sus llamas parpadeaban con un leve tono rosado, señal de su paciencia agotándose.

—Tsk… nunca queda como debe —murmuró para sí, dándose un último tirón al nudo—. Si voy a servirle un trago a alguien, que sea con estilo.

Al oír la puerta abrirse, levantó la mirada y, en un segundo, su expresión se suavizó. Con el moño por fin en su sitio, tomó un vaso limpio y una botella, recibiendo al recién llegado con su habitual sonrisa cálida.

—Bienvenido…
El suave crepitar de su fuego llenaba la barra de un calor acogedor. Barman estaba frente al espejo detrás del mostrador, frunciendo el ceño mientras ajustaba su moño amarillo. Tiraba de un extremo, luego del otro, lo aflojaba, lo apretaba… y volvía a empezar. Sus llamas parpadeaban con un leve tono rosado, señal de su paciencia agotándose. —Tsk… nunca queda como debe —murmuró para sí, dándose un último tirón al nudo—. Si voy a servirle un trago a alguien, que sea con estilo. Al oír la puerta abrirse, levantó la mirada y, en un segundo, su expresión se suavizó. Con el moño por fin en su sitio, tomó un vaso limpio y una botella, recibiendo al recién llegado con su habitual sonrisa cálida. —Bienvenido…
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