Los minutos pasaron, y de la misma forma en que pasaron, éste ignoraría cualquier palabra que aquel maldito cerdo vomitase en contra de aquella apurada mujer tan sólo respondería con un "A-ja". Sabía perfectamente que aquellos conductores eran el claro ejemplo de mediocridad y fracaso en el mundo, viéndose orillados a olvidar todo el conocimiento que alguna vez éstos adquirieron tras años de estudios al encontrarse con un muro que jamás les permitió avanzar o crecer profesionalmente. Un desperdicio que, a sabiendas de muchos, jamás estuvieron preparados para enfrentar el mundo real.

Miraba por la ventana para contemplar el resto de la ciudad, quería ver qué otra clase de escoria se podría atravesar para mantenerse en una silenciosa reflexión. Cualquier clase de imbécil era útil, desde el pordiosero que mendigaba por unas cuántas monedas o algo de comer a los transeúntes, hasta el avaro empresario que siempre buscaba llenarse los bolsillos con el dinero que sus empleados generaban con su esfuerzo y dedicación, a cambio de un mísero salario y extensas horas para obtenerlo. Un asco de mundo.
Los minutos pasaron, y de la misma forma en que pasaron, éste ignoraría cualquier palabra que aquel maldito cerdo vomitase en contra de aquella apurada mujer tan sólo respondería con un "A-ja". Sabía perfectamente que aquellos conductores eran el claro ejemplo de mediocridad y fracaso en el mundo, viéndose orillados a olvidar todo el conocimiento que alguna vez éstos adquirieron tras años de estudios al encontrarse con un muro que jamás les permitió avanzar o crecer profesionalmente. Un desperdicio que, a sabiendas de muchos, jamás estuvieron preparados para enfrentar el mundo real. Miraba por la ventana para contemplar el resto de la ciudad, quería ver qué otra clase de escoria se podría atravesar para mantenerse en una silenciosa reflexión. Cualquier clase de imbécil era útil, desde el pordiosero que mendigaba por unas cuántas monedas o algo de comer a los transeúntes, hasta el avaro empresario que siempre buscaba llenarse los bolsillos con el dinero que sus empleados generaban con su esfuerzo y dedicación, a cambio de un mísero salario y extensas horas para obtenerlo. Un asco de mundo.
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